XI: El Regreso del Aliento

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Por lo que pareció una larga temporada, no sentí nada más que frío

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Por lo que pareció una larga temporada, no sentí nada más que frío.

Siempre había odiado el mal clima, y creía que el invierno en el pútrido reino de Arcia sería lo más helado que me tocaría experimentar, pero no fue hasta que me pusieron en la morgue que supe que nada me había preparado para sobrevivir temperaturas bajo cero.

Exceptuando claro, que no estaba vivo. O al menos no lo había estado por algún tiempo.

Me encontraba débil, adormecido en las bajas temperaturas, incapaz de moverme o responder al llanto de mi madre, que se oía como un eco incesante dentro de la cámara en la que me encontraba metido. Mi conciencia se movía como sumergida en agua gélida, solo capaz de percibir estímulos a duras penas, e inhabilitada para hacer mucho más que sobrevivir, pues eso es lo que estuve haciendo desde que el dragón había aparecido. Al comienzo no había sabido distinguirlo, con la vista cubierta como la tenía en agua estancada; era solo una luz roja que flotaba tan alto que apenas podía percibirla. Parpadeaba, poco a poco iba acercándose, haciendo que las ondas del agua brillaran bajo sus escamas doradas, y elevando la temperatura de la habitación. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, se enrolló alrededor de mi cuerpo, y afuera podía oír, ahora con más claridad, un alboroto absoluto: una campana que chillaba, la histeria de mi madre, y mi propio cuerpo convulsionando sobre la mesa de metal. Dentro de la cámara de agua, el dragón apretaba su cuerpo contra el mío, y solo cuando quise tomar aire, me di cuenta de que no había estado respirando en todo aquel tiempo, desde que desperté bajo el agua. El dragón, de cuerpo largo y grueso como un roble, acercó su rostro hacia mí, y sus ojos se prendieron fuego. Alrededor, la cámara se encendió de sopetón, dejando entrever lo que parecía ser un mar de cabezas reducidas flotando sobre el agua. Se me revolvió el estómago ante la horrenda visión, pero antes de poder articular un quejido, la criatura abrió sus fauces y se abalanzó sobre mí.

Lo último que vi antes de que el animal me tragara fue un par de ojos carmesí mirándome fijamente.

Garza de Jade (Las Alas del Reino II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora