Cap. 11

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Había pasado tiempo desde que había dejado mi antigua vida atrás, ahora todo era más tranquilo. Cuando recién había llegado todos me acogieron con amabilidad, me orientaron y me ayudaron en todo lo posible. Primero cuando había llegado al principio del bosque, me dijeron a dónde debía ir para no perderme y fueron tan amables de acompañarme hasta el convento, ahí las madres me atendieron y me asignaron una pequeña pero cómoda habitación y me asignaron trabajos que hacer en todo el lugar. Pasado un pequeño tiempo le conté todo lo sucedido a las madres y ellas me ayudaron y me aseguraron que todo estaría bien y que nada malo me pasaría si me encontraba a su lado. Así, poco a poco, los días se fueron pasando hasta que se convirtieron en meses, meses que para mí habían sido como una vida llena de paz y felicidad.

Me encontraba haciendo la cena como de costumbre, preparaba pan con sopa; había decidido hacer primero el pan para que mientras se terminaba de hornear yo podría hacer la sopa. Ya con el pan en el horno me dedicaba sólo a la sopa pero una voz dulce y calmada interrumpió lo que hacía.

—Querida, deja eso ahí.— dijo la madre entrando a la cocina.

—¿Por qué madre?, ¿Qué pasa?.— pregunté confundida.

—Mañana vendrán los niños del orfanato para que los puedan adoptar, necesito que seas amable y limpies todo muy bien.— ordenó la madre.

Asentí y le expliqué a la madre lo único que tenía que hacer para terminar de hacer la cena y me fuí corriendo por las cosas para limpiar todos los lugares. El orfanato estaba muy lejos, más que el convento, es por eso que las personas no llegaban hasta allá y los del orfanato traían los niños cada cierto tiempo dónde llegaba la gente para adoptar a los pequeños.

Limpié cada uno de los rincones del lugar y tan sólo me faltaba el salón de clases. Caminaba tranquilamente hasta que una de las monjas más jóvenes me detuvo.

—Oye, te estábamos esperando hace horas para cenar.— dijo tomándome del brazo.

—Lo siento, la madre Luz me pidió que limpiará todo para mañana.— expliqué a la monja.

—¿Te puedo ayudar en algo?.— preguntó amablemente.

—No, tranquila, sólo falta el salón de clases y todo quedará limpio.— sonreí dulcemente.

—Entonces vamos a cenar y después terminas de limpiar.— me jaló del brazo ligeramente.

Caminé a su lado hasta la cocina y cada una se sirvió su plato de cena, toda la cena no la pasamos platicando hasta terminar, lavamos los platos y tiempo después de haber acabado seguimos platicando hasta que nos dimos cuenta de que todo ya estaba oscuro, nos alarmamos y rápido la monja se fue a su habitación y yo a terminar de limpiar el salón de clases.

Corrí hasta el salón con cuidado y entré para continuar con la limpieza cuando ví al padre pasar por fuera del salón.

—¿Sigue limpiando señorita T/n?.— preguntó el padre sonriente.

—Sí, ya sólo terminó con el salón y queda todo listo.— lo miré con una sonrisa.

—Está bien, no tarde. Voy a verificar que todas las puertas estén cerradas y en cuanto termine de revisar vengo por usted para acompañarla a su recámara.— dijo el padre con sus manos en la espalda.

—No se preocupe, en cuento termine con el salón me voy a mi cuarto.— dije apenada.

—No me gustaría que fuera sola caminando por el lugar, puede sufrir algún accidente.— contestó amable.

—Está bien, entonces me apuro.— dije feliz.

El padre me dedicó una sonrisa amable y se fue dejándome hacer mi trabajo, di la vuelta y tomé los utensilios necesarios para la limpieza. Estaba limpiando el pizarrón cuando de repente escuché una voz muy peculiar detrás de mí.

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