Cap. 17

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Un nuevo día llegó, desperté por una sensación extraña, era una sensación que hacía tiempo que no sentía. Me incorporé un poco en la cama y pude ver a Amanda a mi lado.

—Oh cielos, ¿Qué eh hecho?.— fue lo único que pude decir.

Salí corriendo de su habitación después de haberme vestido, no podía creer que realmente lo había hecho. Recuerdos fugaces de la noche anterior pasaron por mi mente atormentando cada parte de mí.

Al llegar a mi habitación cerré la puerta y me tiré en la cama, quería llorar pero el único sentimiento que me invadía en ese instante era el del arrepentimiento, ¿Y ahora qué le diría?, No quería lastimarla, pero tampoco quería vivir en una mentira, rato después, sin darme cuenta me quedé dormida.

Cuando por fin pude despertar, me metí a la ducha y salí por el hambre infernal que tenía. Cuando llegué a la cocina pude ver qué Amanda estaba sirviendo los platos, estaba dándome la vuelta dispuesta a volver a mi habitación cuando su voz me detuvo.

—T/n, ¿Podrías ayudarme a servirles?.— habló en una dulce voz.

Asentí con la cabeza y ayudé a Amanda con los platos, al terminar de repartir los palitos en la mesa nos fuimos a la cocina y comimos en silencio. No sabía qué hacer, pero de que tenía que hablar con ella tenía que hacerlo.

El día pasó y tan sólo me mantuve callada, no había dicho nada en todo el día y Amanda se preocupaba. Ella hablaba pero yo la ignoraba o simplemente no la escuchaba por estar tan sumergida en mis pensamientos, de vez en cuando asentía o negaba con la cabeza pero nada más.

Ya era tarde y seguía sin poder pensar en qué decirle a Amanda, no quería lastimarla, no a ella.

—T/n, ¿Estás bien?.— preguntó Amanda con una dulce voz.

Cuando la escuché, asentí con la cabeza y seguí caminando.

—No, pero quiero que me lo digas ¿A caso hice algo malo anoche?.— habló.

En eso me detuve, no quería que pensara que estaba haciendo algo malo, simplemente era yo la del problema. Suspiré y por fin me dispuse a hablar.

—Amanda, no hiciste nada malo. Lo que pasa es que... Me dejé llevar ¿Sí?, No quería lastimarte.— dije.

—¡Pero no me has lastimado!.— dijo al instante.

—Amanda, entiende que tú y yo sólo somos amigas, no hay nada más que amistad.— dije con un tono un poco irritado.

—No es cierto. Tú me amas.— dijo.

—No Amanda, tan sólo perdí el control, es todo.— aclaré.

—No es cierto, tú me amas.— insistió.

—Amanda...

En ese momento fuimos interrumpidas por unas monjas que venían con alguien.

—Señorita T/n recordará a la enfermera que venía con los del orfanato aquella vez.— habló una de ellas.

Observé bien y era la enfermera que me había ayudado algunos días atrás.

—¡Claro!, ¿Cómo está?.— saludé.

—Bien, gracias. Vine porque al parecer mi compañero no quiso llegar con nosotros.— rió al final.

La miré confundida hasta que por fin explicó.

—Mi compañero, el doctor. Nunca llegó.— dijo ahora con un tono preocupado.

—Ya le hemos dicho a la señorita que el doctor partió en la noche en la carroza que vendría por él.— habló otra de las monjas.

En un momento hubo un silencio sepulcral hasta que la enfermera rompió ese incómodo silencio.

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