Cap. 14

21 2 0
                                    

Desperté tomando mucho aire por mi boca por la sensación de que había sido ahogada, mi respiración se agitó y mi pecho subía y bajaba abruptamente. Después de un rato me calmé y pude darme cuenta que seguía aún en la tina, el agua había desaparecido y sólo quedaban los pétalos sin algún maltrato, me paré y salí de la tina para cambiarme y salir a desayunar.

Ya afuera de mi habitación me dispuse a ir hacia la cocina y prepararme algo, pero algo, o alguien me detuvo.

—Señorita, ¿Ya está mejor?.— preguntó la menor de las monjas.

—Así es, aparte creo que me hace bien estirar un poco el cuerpo.— respondí sonriente.

—Me alegro, entonces déjeme acompañarla a dónde valla.— habló la monja.

—De acuerdo, voy a la cocina.— indiqué caminando.

La monja caminó detrás de mí y en el camino estuvimos platicando de cosas sin sentido. Después, por alguna razón, salió el tema de la desaparición de el padre y la madre.

—Se me hace extraño que todavía no aparezcan.— dije preocupada.

—¿Por qué?, ¿A caso sabe algo?.— preguntó la monja.

—No, pero ya han pasado días desde que desaparecieron.— mi preocupación creció más.

—Sí, me da miedo ser la próxima.— habló la monja apagada.

Me detuve en seco y me di la vuelta para mirar a la monja, tenía la mirada en el suelo pero en cuanto me giré alzó su mirada para verme. La miré con un poco de molestia y rápido pregunté.

—¿Cómo que la próxima?.— pregunté.

—Es que, hemos llegado a la conclusión que tú tienes algo que ver con esto.— declaró la pequeña monja.

—¿Y eso por qué?.— pregunté indignada.

—Bueno, tenemos muchos argumentos.— explicó la monja.

Me irritó saber que no me quería decir ni una sola palabra, me dí la vuelta y seguí caminando.
Estaba realmente enojada porque pensaran eso, pero viendo la realidad, así era. Realmente era cierto, la causante de las desapariciones había sido mi culpa, había traído conmigo el peligro y ahora todos estaban en riesgo de muerte por mi culpa, tenía que irme en cuanto antes.

Al llegar a la cocina, me comí lo que había quedado en las ollas, realmente no tenía ánimos de cocinar, ya cuando terminé limpié todo el desorden y me fuí a mi habitación, me sentía cansada, cada día era peor, a diario perdía más fuerzas, como si a cada segundo se estuviera desprendiendo de mí para no volver jamás.

Estaba reposada en mi cama, pensando en cómo deshacerme de Black Hat, a veces parecía realmente imposible, ese desquiciado aparecía cuando quería y no había nada ni nadie que lo detuviera, estaba ya harta de todo ésto. Quería desaparecer y no volver a ver a Black Hat nunca más. En un principio pensé que realmente me amaba, que me estaba enamorando de él, pero nada de eso fue así, ese malnacidos tan sólo me usó para alimentarse de mí y aprovechar mi más profundos deseos y seguirá haciéndolo hasta el fin de mis días. A veces me llegaba a preguntar ¿Qué pasará si muero?, esperaría que me dejara en paz, pero, tal vez me equivocaba.

De un momento a otro me quedé dormida, pero tan sólo fueron minutos. Al despertar sentí cómo el cuerpo perdía más fuerzas cada vez, me levanté con todo y dolor, caminé afuera y la luz me lastimó los ojos, ya cuando me pude acostumbrar al resplandor me dirigí hacía la pequeña iglesia que había en el lugar. Al entrar no pude ver a nadie más que al la monja menor, pareciera que hoy la estaría viendo a toda hora. Me acerqué hasta las bancas de adelante donde se encontraba la pequeña monja y me senté a un lado de ésta.

∆°•°•Deseos •°•°∆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora