Desperté sobresaltada, me encontraba en mi habitación, intenté pararme pero era casi imposible, no podía mover ni un músculo, era como si ya no pudiera ni mantener los ojos abiertos. Poco tiempo después apareció una monja tocando la puerta de mi cuarto y con un hilo de voz le acepté el paso.
—Con permiso T/n, ¿Has visto a la madre?.— preguntó preocupada.
Negué con la cabeza lentamente y su cara de preocupación ahora se encontraba más preocupada.
—¿Estás enferma?.— se acercó hasta donde estaba.
La monja me tomó la frente y al tacto con mi piel alejó su mano al instante y tapó su mano con la otra dando a entender que le habían quemado.
—Dios mío, te estás quemando viva. No te muevas, voy por las hermanas.— corrió hacia la salida dejando la puerta abierta.
Intentaba con mucha perseverancia poder moverme pero hasta mover mi mano era casi imposible, llegaron las monjas de a montón junto con la enfermera que estaba acompañado a los niños del orfanato. Pronto me comenzó a revisar y las monjas miraban atentas a todo lo que hacía. La enfermera me hacía preguntas mientras revisaba todo mi cuerpo pero dijo que no tenía síntomas de alguna enfermedad.
—Es extraño... Tal vez sólo sea fatiga.— aclaró la enfermera. —Deberás descansar, dormir por lo menos ocho horas, alimentarte bien y cuando puedas recuperar un poco de fuerzas tendrás que pararte a hacer ejercicio o por lo menos caminar un poco.
Asentí con la cabeza y todas fueron saliendo menos una.
—Enseguida te traigo comida para que te sientas mejor.— dijo la monja más chica.
Corrió fuera de la habitación y cerró la puerta casi de un portazo, me quedé pensando por un momento con los ojos cerrados hasta que casi me iba durmiendo, mi cometido no pudo ser ya que unos golpes en la puerta interrumpieron mi intento de dormir, la monja más pequeña pasó y me ayudó a acomodarme sobre la cama y así poder comer. Después de terminar la pequeña monja se fue y me quedé un rato reposando en la misma posición y de nueva cuenta tocaron la puerta.
—Adelante.— dije con un tono de voz normal.
Al abrirse la puerta me encontré con que era la enfermera quien traía en sus manos una especie de cajas rectangulares, parecían ser medicamentos.
—Hola, ¿Ya te sientes mejor?.— sonrió dulcemente.
—Siendo sincera, no.— reí por lo bajo.
—Trata de descansar mucho, me dijeron las monjas que desde que llegaste has estado trabajando casi sin descanso, ya va siendo hora de que descanses por lo menos unos cuantos días.— extendió una de las cajas hacia mí.
—¿Que es?.— Pregunté viendo la caja que me extendía.
—Es para las cicatrices.— dijo dejando la caja en mis manos.
—¿Para mis cicatrices?.— la miré confundida para después mirar la caja entre mis manos.
—Claro, para esas marcas que tienes en tus muñecas, en tus tobillos y en tu abdomen.— dijo sentándose en una silla junto a mi cama.
La miré extrañada por sus palabras, rápidamente revisé mis muñecas y tenían cortadas, cicatrices y moretones. Revisé mis tobillos y tenían rasguños y moretones, por último revisé mi abdomen y tenía cicatrices en mi cintura cómo si me hubiera mordido un tiburón, admiraba las cicatrices hasta que la voz de la enfermera me interrumpió.
—¿Tuviste un accidente?, ¿Sufriste de maltrato?.— preguntó preocupada.
La miré sorprendida y con miedo, no sabía cómo decirle que un incubo me visitaba por las noches. La enfermera al ver mi reacción rápido reaccionó.
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∆°•°•Deseos •°•°∆
FanficEste libro es una mezcla de "Villanos" de CN con los incubos. Estos son unos seres malignos que quitan la energía, o algo así jaja no soy buena con las explicaciones pero si investigas un poco más del tema puede que te interese, y más si te gusta vi...