Cap12. Héctor

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— ¡Héctor!— joder, que querrá ahora.

Me levanté del asiento dejando aquella estancia vacía y yendo a dónde se encontraba Ginebra.

— ¿Que quieres?

— Amelia se ha ido a descansar— siempre con sus pausas de dramática.— ¿Tú crees que deberíamos...?

— ¿Qué?— la corté algo que la hacia enfadar.— Ya la secuestraste, la hiciste más corrupta y ahora ella solo quiere poder. ¿Qué más quieres?

— Quiero que no me interrumpas.— su sonrisa falsa nunca me gustó pero a estas alturas no había otra cosa que hacer más que aguantarla.— Verás careto, quiero ir a por Lorene.

— ¿Y quien es esa?— me apoyé en una mesa asquerosa mientras sacaba uno de los cigarrillos que me daba Gideón.

— Es la princesa de Leucosia, sin ella estarán ocupados buscándola y entonces iremos a por la piedra.

— Se te está haciendo todo muy grande, casi nos pillan cuando secuestrados a Amelia y aún teniéndola sujeta y medio drogada me lanzó llamas, que te piensas que me hará una princesa del agua.— encendí el cigarro.— Seré ignífugo pero no es que me encante el agua.

— ¿otra vez fumando esa mierda?— el cigarro contenía una sustancia que hacía que mi único ojo se volvieran dos para pasar desaparecido.

— Si, ¿Algún problema?— dije seco.

Ella puso los ojos en blanco junto con una cara de asco.— ¿Me ayudarás?

Eché el humo que ya había pasado a mis pulmones haciendo efecto.— Si, vamos.

Después de atrapar a la chica, que por cierto no fue fácil, volvimos y la dejamos sedada junto a la mujer del alfa. Volver no era tan fácil como ir y habíamos tardado 1 día hasta que conseguimos encontrar los portales específicos para regresar. Cuando vas tú solo no es complicado, pero ir con una chica a tu espalda...la gente tiende a mirarte extraño, por eso siempre íbamos por el bosque y tardamos más. Por ejemplo, cuando fuimos a por Amelia tardamos dos días en regresas y eso era cantidades generosas de polvo azul.

A Amelia la agarramos a una silla mágica echa por Gideón pero las demás estaban escondidas detrás de una puerta camuflada en la pared, y solo Ginebra y yo sabíamos donde estaban, bueno y Gideón. En toda esa casa había habitaciones donde no había magia, Gideón hizo amuletos colgados por todos lados para ello.

— ¿Se puede saber cuándo todo esto va a tener un fin?

— No tengo ni idea, aunque de momento me gusta lo que veo.— sonreía Ginebra victoriosa mientras andábamos por un pasillo de aquel lugar.— Iré a por Amelia.

— ¿Qué vas a hacer ahora con ella?

— Quiero que le diga un par de cosas a Adonis, le mintió y ella lo sabe. Será divertido.— se paró antes de cruzar una puerta que daba a su izquierda.— ¿Tú que harás?

— No morirme de aburrimiento, algo que contigo está asegurado.— me dedicó esa cara sería que ya había visto más de cien veces.

— En fin, ya encontrarás algo para satisfacer la vista de TU ojo.

— Mis.

— Sisi ya.

Cruzó la puerta a lo que me dirigí a la parte trasera de la casa donde había una terraza bastante amplia. Las vistas a Central Park eran espectaculares, de noche y todas las luces de cada apartamento encendidas.

Feroz - Bilogía «Indómito» {#2} ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora