Love me again.

7. Preguntas rotas, igual que tu rostro

Sukuna se levantó cuidadosamente y cubrió a Fushiguro con la prenda que anteriormente se encontraba en el suelo, más que sentir celos, pensó que su pelinegro se sentiría avergonzado por la situación.

— Pelopincho, ¿Podrías dejarnos un momento a solas?— Habló de lo más relajado el pelirosa mayor.

— Ni de broma, yo causé éste conflicto, no pienso quedarme de brazos cruzados.

— Fushiguro, porfavor.— Ésta vez habló Yuuji, dirigiendole una mirada dulce a quien yacía recostado.

El mencionado al entender las circunstancias, se levantó y acomodó su camisa lo más pronto posible.
Sabía lo que se venía: una charla de hermanos.

— Si alguno me necesita, estaré en mi habitación.— Señaló antes de salir por la puerta del gran salón.

Al tener a Megumi fuera de su vista, Sukuna se dejó caer al sofá, sentándose y dejando reposar los brazos en el respaldo.

— Adelante, te escucho.— Cerró los ojos, esperando escuchar lo que tenía para decir el menor.

Sin embargo, eso tuvo que esperar debido a la ferviente ira que se asomaba por el rostro de Itadori.

— Bueno, al menos merezco una explicación sobre lo que hiciste todo éste tiempo.— Exigió.

— Eso no es de tu interés.— Respondió tajante.

— ¿Que no es de mi interés, dices? Claro que lo es, literalmente me dejaste solo durante años y no solo a mi, también a mamá, igual a Fushiguro.— Sus palabras temblaban, quizá de enojo o tal vez de frustración.

— ¿Crees que tu escuela de modelaje se pagó sola?— Dejó salir una risa sarcástica que resonó por toda la habitación.
— Oh, déjame adivinar ¿Crees que tu novio la rata albina se hizo cargo de eso?

Yuuji apretó los labios con fuerza, ya que efectivamente, creía que eso lo había pagado Satoru.

Sukuna notó su acción al mirarle de reojo, por lo que evitó seguir con el tema y de nuevo hizo relucir su incógnita.

— Estuve ausente durante casi un lustro, ¿Tú qué hiciste durante ese tiempo?

— Me casé.— Dijo en un doloroso susurro.

Ésta vez fue turno de Sukuna para apretar los labios, mordiéndose la lengua.

— ¿Y? ¿Dónde está tu esposo ahora?

El silencio dominó por completo la sala. Lo único presente era el ritmo cardíaco de Yuuji presionando fuertemente su pecho, aunque en su mente las palabras pasadas de su hermano mayor advirtiéndole sobre el albino, resonaron fuertemente.

— Sukuna, tenías razo...

— Cállate.— Ordenó de inmediato, pues no fue muy complicado adivinar el resto.

Ambos pelirosas se miraron concentrados y se mantuvieron así por un rato.
Cuando no podían expresarse con palabras, lo hacían a golpes o con la mirada y éste caso no era diferente.

— No me interesa escuchar más de tu trágica historia.

Sukuna se levantó de su asiento y salió con prisa de la residencia.

El menor no lo vio salir, solo escuchó la puerta cerrarse con fuerza detrás de él, así como un niño haciendo un berrinche.
Conocía lo suficiente a su hermano mayor para saber que también se sentía mal por todo ese asunto, pero su orgullo era algo que nunca iba a dejar de lado, al menos no con él.

Soltó un quejido que contuvo dolorosamente desde el fondo de su garganta. Sin duda había extrañado a su hermano pero no quería que su reencuentro fuese así.