2. Vulnerable

8.5K 1.1K 154
                                        

La noche continuó con mayor tranquilidad para los ciudadanos de Tokio, más no para Itadori, ni mucho menos para Fushiguro, que recibió en su hogar a un triste y desolado pelirosa que llevaba un par de maletas.

Se preguntó por qué no llevaba uno de sus tantos autos, podría haberse ahorrado tiempo.
No obstante, desechó ese pensamiento rápidamente; era obvio que no quería tener algo que le recordara al bastardo de Gojo.

— ¿Estás seguro que no fue gran cosa?— Extendió su mano hacia su amigo con la intención de tomar su equipaje y adentrarlo a su próxima habitación, sin embargo Yuuji no le cedió sus pertenencias.

Se abalanzó contra el azabache en un abrazo tan fuerte que quizá le rompería una costilla a cualquier persona que no estuviese acostumbrada a tales muestras repentinas (y un poco bruscas) de afecto.

—Fushiguro... ¿Por qué me duele tanto?— Ahogó su voz entre sollozos en el cuello del contrario.

Y Megumi por su parte, sentía las lágrimas caer por las mejillas de Itadori como cascadas interminables empapando el hombro de su camisa en cuestión de segundos.

Se limitó a acariciar su espalda con tranquilidad, brindándole su apoyo en un silencio que Yuuji agradeció infinitamente.

— Está bien, puedes llorar.

Y como si fuese un gran peso quitado se encima, lloró con aún más sentimiento.

Aferrándose a la camisa del pelinegro como si fuese un recuerdo del que no quiere separarse jamás.
Se permitió gritar hasta que sentía la garganta arder, desgarrando su voz en el proceso.

Nunca nadie le había dicho que un corazón totalmente roto dolía como el infierno.

|♥♦♥♦|

Megumi le ofreció una taza de té de lavanda para que pudiera tranquilizarse.

No habían dicho nada más desde que el pelirosa había mostrado su lado más vulnerable en la entrada de su casa minutos antes.

Pero ese silencio no duró mucho en realidad.

— Sé que te debes preguntar qué hago aquí tan tarde... Lamento molestarte a ésta hora.— Su temblorosa voz apenas se percibía y ciertamente con todos los gritos soltados, le dolía articular una sola palabra.

— No necesito ninguna explicación, yo mismo te dije que me llamaras si necesitabas algo.— Vertió un poco de miel a su té caliente y bebió un sorbo de éste con la mayor calma.

A Itadori le parecía gracioso, pues le recordaba a su abuelo, todo un señor tradicional tomando té.
Aunque Megumi era mucho más sofisticado, tomando infusiones en tazas de porcelana importadas de Reino Unido.

— Si, pero... Te prometo que sólo será por ésta noche, no planeo molestarte ni algo parecido...

Fushiguro dejó con molestia su taza en el pequeño plato donde la reposaba.

— Itadori, basta. Definitivamente no eres ninguna molestia y no tengo problema en que te quedes el tiempo que quieras.

«Si necesitas quedarte dos semanas, cuatro meses, seis años o toda la vida, por mi está bien.— Se levantó de la pequeña mesa y tomó las maletas de su huésped, dirigiéndose a una de tantas habitaciones vacías.— Acomódate y tómate tu tiempo, te prepararé un baño.

Dejó el equipaje dentro de la recámara y procedió a salir sin mayor prisa, dejando a Yuuji solo, para que ordenara sus pensamientos además de sus pertenencias.

— Fushiguro.

— Si es otra queja sobre quedarte aquí, te juro que...

— Gracias, Megumi, realmente agradezco tu ayuda, y por supuesto que te tomaré la palabra de quedarme aquí por el resto de mi vida.— Soltó una risa apagada.

El Fushiguro menor sonrió al soltar un suspiro.

— No me lo agradezcas, es lo menos que puedo hacer por ti, idiota.

Y desapareció entre las sombras del corredor que llevaba a las habitaciones de huéspedes.

Se alegraba que al fin pudiera ocupar esos dormitorios vacíos de aquella enorme casa que Sukuna con tanto esfuerzo le había comprado.

Ojalá pudiera verlo pronto y compartir ese espacio con él, pues siempre pensó que era de ambos.

El día siguiente pasó con mayor tranquilidad para el pelirosa, más no para el albino.

Éste último sólo esperaba a que Yuuji regresara con la cola entre las patas, arrepentido por haberle hablado de ese modo y haber arrojado su anillo de oro rosa y diamantes incrustados.

Por supuesto que podría comprarle otro sin mayor problema, pero al menos esperaba que su esposo apreciara su lazo de unión.

Además que aún no tenía su mensaje de "Buenos días" y muchísimos corazones a lado.

Quiso dejar un sinfín de mensajes a Itadori, con la esperanza de que éste le enviara su respuesta.
Una que claramente jamás llegó ya que se dio cuenta que lo había bloqueado de todas partes, ¿En qué estaba pensando al hacer eso? Era como si no quisiera hablar en lo absoluto con él.

— Yuuji, ya se te pasará el berrinche.— Dijo al aire mientras conducía su auto de lujo hacia la oficina.

Y al llegar a ésta, su sorpresa fue aún más grande cuando le dieron el aviso de que Itadori Yuuji había presentado su renuncia desde primera hora del día y que por supuesto, ese día no se presentaría a laborar.

— Es mentira, ¿No?— Bajó sus lentes oscuros por el puente de su nariz para observar con más detenimiento la carta de renuncia.
Con una nota al final, donde con una letra perfecta se leía:

"No te atrevas a buscarme, si aún queda un poco de ese amor que decías tener por mí, aléjate o yo mismo te alejaré."

Soltó una risa sin gracia, lanzando los papeles hacia su escritorio desordenado y llamó rápidamente a su asistente.

— Ijichi, rastrea a Yuuji de inmediato.

— Enseguida, Señor.

Se sentó en su escritorio a pensar en qué habría hecho tomar esa decisión a Yuuji, después de todo, no fué tan malo con él, sólo se había acostado con un montón de mujeres de las cuales de ninguna recordaba su nombre.

— Señor Gojo, me temo que ya no tendré que rastrear al Señor Itadori.— Habló nervioso, incapaz de separar su mirada del suelo.

— ¿Y eso por qué?— Levantó una de sus blancas cejas ante la duda.

— Por que el Señor Itadori está aquí.

Love me again.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora