El viejo y la cometa.
Cierto día conocí a un hombre bastante peculiar. Las canas hacían delatar su edad y con solo mirarle a la cara podías saber cuánto ha vivido. Parecía ser un viejo lobo de mar; hasta tenía una gorra de capitán. Pero eso no era lo peculiar, porque hombres mayores hay en todos lados, y marinos también. Sin embargo, lo que lo hacía peculiar era la cometa que ondeaba siempre que le veía al pasar por el malecón de la ciudad.
Parecía divertirse. No, no, no, no... definitivamente lo hacía. Ondeaba su cometa con gran agilidad y era libre; del tiempo y de la gente. Era libre en su cielo, él y su cometa, como fieles compañeros. «¡Es feliz!»
En una ocasión me le quise acercar, pero temía interrumpir tan memorable momento, así que seguí de largo una vez más. Miraba de reojo sus maniobras hasta que al final terminaba perdiéndolo de vista.
Y una tarde cualquier, después de haberlo observado por dos meses enteros, me acerqué. Dudé en un primer momento, lo acepto. Temía arruinarle la fiesta y que me corriera del lugar. Aunque, al final, solo me miró y asentó la cabeza en forma de saludo. «Tardaste» pareció decirme con la cara.
Apenas cruzamos palabras en ese momento. Yo solo me limité a ser un simple espectador deleitándose con tan magistral acto.
―¿No te parece curioso? ―preguntó de pronto.
―¿Qué cosa? ―interrogué yo.
El viejo sonrió y posó su mano sobre mi hombro, como si fuéramos amigos de toda la vida
―La cometa ―respondió y miró al cielo. ―Siendo tan simple y teniendo tan poco puede darse el lujo de volar cuanto se le plazca ―añadió.
―Es cuestión de lógica, al ser tan liviano puede mantenerse volando gracias al aire ―dije seguro de mi respuesta.
―Estas en lo cierto, muchacho ―me miró. ―¿Y si te hago la misma pregunta, pero en lugar de la cometa y el cielo hablamos de un barco y el mar, qué dirías? ―volvió a preguntar
―Diría que también debe tener su ciencia ―reí y él hizo lo mismo.
―Pero, en conclusión, ¿qué podrías decirme de ambos casos?
―Bueno...―tomé una pausa. ―Ambos se adaptan a la situación, supongo.
―¡Exacto, muchacho! ―carcajeó ―¡Eso es! Ambos funcionan con lo que tienen. Teniendo poco o teniendo mucho. Siendo grandes o pequeños, viven con lo que son ―se rascó la barba por unos segundos y se volvió a dirigir a mí. ―Tú has pasado por el mismo lugar muchas veces y siempre me has visto ondear la cometa. Estoy seguro de que has pensado que solo era un viejo decrepito que no tenía nada más interesante que hacer.
Asenté con la cabeza y nos dispusimos a disfrutar de la vista. Ambos nos unimos en un silencio que pareció eterno.
―¿Y por qué lo hace?
―¿El qué? ―me miró.
―Volar la cometa.
Suspiró.
―Hace muchos años yo fui como ese barco; grande, fuerte y feliz. Lo tenía todo prácticamente. Pero ahora soy como esa cometa y estoy aprendiendo a volar.
NOTA
"Para que este proyecto pueda salir adelante les pido que me apoyen con un comentario ya que parte del proceso que estoy realizando es escuchar a la gente porque sé que tiene mucho que decir".
Gracias a todos los que me leen cada que saco nueva memoria :3
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Entre café y melancolía
PoesíaLas historias pasan y solo viven en la mente de nosotros, pero un libro no es de uno sino del mundo. Y las historias también.