Cuando tenía cinco años, creí mover un lápiz con la mente.
Había oído la historia de un hombre que había a ver a través de los objetos para poder hacer trampa en los juegos de carta. Si alcanzaba un estado de máxima concentración, podía hacer cosas con la mente. Lo primero que intento fue observar algo durante horas para hacer que se moviera.
Así que una tarde vacíe mi escritorio y puse encima un lápiz con los colores de All Might. Cerré la puerta y corrí las cortinas. Me senté frente al lápiz y lo miré fijamente. Lo miré si parpadear durante lo que me parecieron horas, hasta que mi madre llamó a la puerta.
—¡Necesito intimidad! —le dije sin apartar la vista del lápiz.
Mi madre dijo algo, pero se retiró.
Cuando llegó la hora de la cena, volvió a llamar y me dijo que tenía que comer.
—¡Interrumpe tu momento de intimidad! —gritó.
Me moría de hambre y sed, pero mantuve los ojos clavados en la cara de All Might y le dije a mi madre que dejara la comida en la puerta. En lugar de eso, abrió y asomó la cabeza.
—¿Bebé?
—Mami, estoy intentando hacer algo muy importante.
Cualquier madre probablemente habría exigido una explicación a su hijo de cinco años. Pero estamos hablando de mi madre. Así que se limitó a encogerse de hombros y a ir a prepararme una bandeja con arroz, pescado y sopa de rábano. Luego me la trajo al escritorio y la dejó con cuidado para no mover el lápiz. Olí la comida y casi me desmayo. Pero no podía permitirme apartar los ojos del lápiz.
—Esto... ¿mami?
Sin meditar palabra, mi madre cogió un poco de arroz con la cuchara, lo mojó en la sopa y me lo acercó a la boca. Luego, con los palillos, me dio un poco de pescado. Me acercó un vaso de agua y yo me lo bebí agradecido.
Una vez que terminé con casi toda la comida, mi madre me acarició el pelo y se retiro con la bandeja en las manos.
—No te quedes despierto hasta muy tarde.
Con las energias renovadas, continué con la vista fija en el lápiz.
Y entonces, juro por mi vida, y hasta el día de hoy, que esto fue lo que sucedió: el lápiz se movió. Puede que fuera un movimiento mínimo, invisible para otros, pero cuando vi que ese lápiz azul y amarillo rodaba ligeramente hacia mí, chillé. Salté de la silla, corrí en círculos y bailé. Luego aterricé en la cama y me quedé dormido.
Intenté el truco con otros objetos: una goma que olía a plátano, una figurita de acción de All Might, un caramelo. No hubo suerte, pero durante años creí que podía mover objetos con la mente.
Con el paso del tiempo, esa creencia infantil se fue desvaneciendo de mi poderoso cerebro. No es que eso me perturbara, simplemente dejé atrás esa etapa de mi vida.
Sin embargo, nunca dejé de creer que para lograr algo basta con centrarse en ello. Siempre con la mirada puesta en el premio. Así, no hay nada que no puedas controlar.
Resultaba muy útil disponer de esa idea increíblemente potente cuando tenías cinco años y habías perdido a tu padre. Los recuerdos que conservaba de justo después de su muerte se habían vuelto vagos, pero en ellos siempre aparecía una versión de mi madre que solo existió durante esos meses. Alguien que me ponía a dormir, preparaba la cena y me prestaba la misma atención que requerían esas tareas. Sin embargo, cuando creía que yo no la observaba, se convertía en alguien que podía pasarse horas sentada en una silla a oscuras. Alguien que regaba las plantas de mi padre a las tres de la mañana, que se despertaba con su alarma a las seis en punto, incluso cuando no tenía por qué despertarse hasta una hora después. Alguien que se quedaba mirando la taza vacía durante cinco minutos cada mañana, esperando a que él le sirviera el té con leche con su técnica de vertido simultáneo. Mi padre siempre lo calculaba para que el té y la leche llenarán la taza exactamente al mismo tiempo.
Hasta que un día oí a alguien decir: "El tiempo cura las heridas". Y decidí acelerar el proceso.
Rompí el despertador de mi madre y, con lágrimas en los ojos, le mostré las piezas. Tardó semanas en comprarse otro, y cuando lo hizo, lo configuró para que sonará a las siete en punto. Cada mañana le preparaba su té antes de que pudiera sentarse a observar la taza vacía. Y mientras ella desayunaba, yo regaba las plantas.
Entonces mi antigua madre regresó. Colocó la alianza de mi padre en un platito de porcelana y, con cariño, quitó el polvo de las fotos que había de él por casa. Y seguimos adelante. Sus ojeras desaparecieron y las plantas embellecieron, trepando por las paredes.
"El tiempo no tiene sentido". Es Izuku Midoriya quien cura las heridas.
Para ponerte en acción solo necesitas un plan. Así convencí a mi madre que me dejara criar unos gatitos que encontré el parque, rescaté del cierre la biblioteca de mi escuela secundaria, vencí el miedo a las alturas haciendo puenting en mi decimosexto cumpleaños y fui el primero de la clase año tras año. Creí, y sigo creyendo, que puedes hacer realidad tus sueños paso a paso. Que, con perseverancia, puedes lograr lo que sea.
Incluso enamorarte.
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A Dorama for Izuku
FanfictionIzuku es el perfecto nerd, todo es sobresaliente en su vida, menos en una cosa: no sabe ligar. Todos son fracasos, desastres. Pero en los doramas, que tanto ama su madre, y en su habilidad para el análisis encuentra la solución. Pareja: Katsudeku. G...