Episodio 2

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-Analizad por qué Los cuentos de Canterbury, de Chaucer, es una crítica social de la época.

Ah, el señor Aizawa, un profesor de literatura de los de verdad forzado a enseñar Chaucer a un manojo de mocosos. Era viernes, estaba en clase de literatura avanzada y comenzamos a mover los pupitres para reunirnos en nuestros grupos de debate. El mío estaba formado por los cerebritos de siempre: Ochako, Tenya y Shoto.

-De acuerdo, pues podríamos comenzar tratando los problemas que aquejaba a la sociedad durante la época de Chaucer -dijo Tenya mientras escribía en su libreta.

Me pellizqué el labio inferior y atormenté mi cerebro con los males de la sociedad inglesa del siglo XIV. Absorto en mis pensamientos, garabateé los márgenes de mi cuaderno. Estaba haciendo un bosquejo de un traje que había visto en Internet la última semana. Quizá para el baile de fin de curso.

-¡Hostia!

Levanté la vista hacia Ochako, horrorizado. La señorita brillibrilli jamás maldecía. Luego seguí la dirección de su mirada. A decir verdad, la dirección de la mirada de la mitad de la clase.

Había un chico en el umbral de la puerta. Tachad lo de chico, era un espécimen de chico increíblemente perfecto. Alto pero no larguirucho, pelo rubio cenizo parcialmente metido en una gorra. Y, Dios misericordioso, menudo rostro: piel aceitunada, mandíbula angular, ojos enmarcados en un par de cejas serias, y una boca que sonreía de lado mientras miraba a la clase.

Se me resbaló el lápiz de la mano y resonó al caer al suelo.

-¿Y tú eres...? -pregunto el señor Aizawa.

-Katsuki Bakugo. Soy nuevo.

Se produjo un murmuro audible entre el sector femenino en respuesta a esa voz grave y rasposa.

-Bien, Bakugo, estamos en medio de un debate por grupos sobre Los cuentos de Canterbury. ¿Por qué no te sumas a ese de allí? -dijo mientras nos señalaba-. ¿Chicos? Ponedlo al corriente.

Me apresuré para recoger el lápiz del suelo y cuando levante la cabeza, todo comenzó a rodar en cámara lenta. Katsuki se dirigía hacia nosotros. Os juro que una brisa se coló en la clase solo para para levantar un poco la mata de pelo que le tapaba los ojos para que miraran directo a los míos.

-¡Ey! -dijo cuando llegó hasta nosotros.

-¡Hola! -chilló Ochako, y luego se levantó para acercar un escritorio -¡Toma asiento!

Katsuki se sentó a menos de un metro de mí. Todos se presentaron con amabilidad y yo perdí la capacidad de hablar. Hasta que al final me miró expectante.

-Me llamo Izuku -pero mi voz salió temblorosa y baja, me aclaré la garganta -Izuku -repetí de forma estúpida.

¿Por qué? ¡Ay! ¿Por qué, de entre todos los días, había elegido ese precisamente para ponerme pantalón deportivo que me quedaba enorme y sin gracia?

-¡Ey! -respondió con su apuesta voz. Sí, tenía un voz apuesta.

-Bueno, estábamos analizando la crítica social en Los cuentos de Canterbury ¿Lo has leído? -preguntó Ochako mientras levantaba el libro.

-No -Katsuki negó y su desinterés era palpable.

Fruncí el ceño. Sin embargo, Ochako no parecía desalentada mientras batía sus pestañas y lo miraba sin disimulo. Puse los ojos en blanco. Buena suerte, Ochako. Continué con mis garabatos, a sabiendas que debía permanecer lejos, muy lejos, de cualquiera que fuera tan escandalosamente apuesto. De todas formas, le eché un vistazo.

A Dorama for IzukuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora