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Mis amigos me matarían por llegar tarde, pero... ¡solo a ellos se les ocurría hacer planes, lejos de casa en un día así! ¡A fuera era una heladera! Ya lo había intentado, pero no era tan fácil andar en bicicleta con toda esa nieve... por todos lados.
Me metí en la primera tienda que vi, que justamente era una cafetería. Algo bueno tenía que salir de todo eso.
El lugar estaba vacío. Claro, nosotros éramos los únicos locos que saldrían con esta tormenta.
Pedí algo caliente, y mientras esperaba que me lo entregaran, la puerta se volvió a abrir. Tal vez no eramos los únicos locos en la ciudad.
La chica se acercó hasta el mostrador también. A penas alcanzaba a ver sus ojos, pero en cuento indicó su orden, bajó levemente la bufanda que cubría gran parte de su rostro.
- Un chocolate caliente, por favor. -ella... wow.
Era... wow.
No sabía cómo explicarlo. Pero... si creía que Cassie Park era bonita, esta chica era mil veces más bonita.
No podía dejar de mirarla. Y, supongo que fui muy obvio, porque en un momento me miró y me sonrió levemente.
OK. Ahora era mucho más bonita.
Unos segundos después trajeron los pedidos de ambos. Ella tomó su chocolate, y caminó hacia una mesa.
Algo me impulsó a seguirla. Solo esperaba no asustarla.
- Hola... ¿puedo...? -dije señalando el asiento frente a ella.
- Claro. -dijo antes de beber de su chocolate.
- Creí que los únicos locos para salir con esa tormenta éramos mis amigos y yo.
- Pues... ya ves que no.
- Soy Spyder.
- Creí que tu nombre era Connor. -la miré confundido. ¿La niña más linda que había visto en mi vida sabía mi nombre?
- Eh... sí. Pero prefiero que me digan Spyder.
- Está bien, Spyder. Soy Jamie.
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