22. Casi cuatro cosas mal

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Llegamos al callejón donde siempre me teletransportaba Frederick cuando le pedía que me llevara a casa desde la AAD. Quedamos rodeados de basureros y muros de ladrillos gastados con grafitis incomprensibles. El mal olor rápidamente nos asaltó, así que nos apresuramos a salir de ahí. Ryan, Alison y yo vivíamos cerca del otro, a unos diez minutos de la preparatoria, por lo que solo debíamos caminar algunas cuadras para llegar a la casa de la anfitriona de la fiesta.

Según nuestros cálculos sobre la diferencia horaria entre donde fuera que estuviera la base de operaciones y la casa de Alison, deberíamos llegar puntualmente a la fiesta. Ryan había insistido en ello. Al resto de nosotros nos daba igual, todos sabían que las fiestas eran mejor cuando ya habían pasado un par de horas. Sin embargo, tan pronto como llegamos al jardín delantero de la casa de Alison, advertimos que la fiesta ya tenía tiempo de haber empezado. Había sido difícil calcular el huso horario de la base de operaciones cuando realmente no sabíamos en dónde se encontraba.

Yo ya había ido a la casa de Alison en un par de ocasiones. Ambas habían sido para otras fiestas mucho más pequeñas que la que estaba frente a nosotros.

Una pequeña valla rodeaba el jardín de césped y florecillas con adornos clásicos como gnomos y carteles de madera que decían "bienvenidos". Al centro del jardín había un camino de piedras que llevaba directamente al elegante porche que los recibía en la entrada. Por supuesto, el porche de nuestra cabaña no se podía comparar con el de la casa de Alison. Mientras el nuestro aún tenía moho, los escalones rotos y ningún tipo de adorno, el de Alison estaba perfectamente construido con madera barnizada de blanco para combinar con los ladrillos blancos de la casa. Tenía una mecedora en cada esquina, una banca de madera a un lado de la puerta y, además de las numerosas macetas, un pequeño columpio sostenido por dos cuerdas gruesas. Varios focos colgando de un cable que rodeaba las columnas que sostenían el techo añadían el toque final al dar luz cálida y elegante. Me pareció que había algo diferente a como la recordaba, pero no lograba descifrar qué, así que lo dejé ir.

Habría sido una hermosa vista de no ser por la cantidad de gente que se encontraba en el exterior, pisoteando el césped, tropezando con los gnomos, jugando con las mecedoras y riendo a carcajadas tan altas que temí que la policía podría llegar en cualquier momento. La música electrónica podía escucharse de manera ahogada desde el interior de la casa.

—Tengo que admitirlo, McQueen, tu novia parece ser alguien muy cool —comentó Anthony mientras analizábamos el descontrolado entorno.

"McQueen" era el apodo que Anthony le había dado a Ryan en honor al Rayo McQueen, de Cars. Lo justificó con que el nombre de Ryan era similar a "rayo" y que ambos se creían veloces. Ryan no se había quejado, seguramente porque no deseaba llevarle la contraria a Anthony, pero era claro que no le gustaba. Él siendo McQueen, Eagle siendo Lion, Michael siendo Nerd y yo siendo Alien... tarde o temprano Anthony terminaría de apodar a todo el equipo y ninguno de los nuevos nombres sonaba tan bien como Boston o Índigo.

—Alguien muy cool... o alguien muy estúpida —añadió Anthony al ver que alguien salió corriendo de la casa y vomitó en uno de los carteles que decían "bienvenidos"—. Probablemente no debió haber invitado a tantas personas, ¿pero qué se le va a hacer? —Se encogió de hombros y avanzó por el camino de piedras para adentrarse a la casa.

Ryan lo siguió, preocupado por el estado del hogar de su novia. El resto avanzamos y contuvimos la respiración al pasar por donde recién habían vomitado.

El interior de la casa concordaba con la elegancia del exterior, solo que la multitud no dejaba admirarlo. Estaba mayormente oscuro, tan solo iluminado en ciertas partes como el minibar, la cocina o el pasillo para ir al baño. En la sala de estar los sillones habían sido movidos para bloquear la chimenea e improvisar una pista de baile. Había una chica fungiendo como DJ en la esquina cerca de las puertas corredizas transparentes que daban hacia el patio trasero, donde había una enorme piscina con gente riendo y brincando al interior sin molestarse en pensar que arruinaría su atuendo. Divisé a algunas chicas en sostén y chicos sin playera, pero en su mayoría estaban completamente vestidos.

Anormal | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora