34. Cena preparada

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—Este sillón es cómodo. Cuando regreses al equipo, puedes traer este sillón contigo. Combina con la sala.

—Tienes un candelabro con lo que parecen ser diamantes reales en tu habitación. ¿En serio, Alien?

—Mi apartamento podría caber en tu clóset y aún sobraría espacio.

—Tienes más pares de zapatos de lo que todos nosotros juntos tenemos.

—Nosotros sufriendo en la cabaña con un jabón seco y roto y tú teniendo diez barras de jabones diferentes aquí. Uh, un jabón de kiwi, me gusta el kiwi.

Arrebaté la barra de jabón de la mano de Ryan justo a tiempo para que no lo mordiera para probarlo. Lo eché de mi baño, así como saqué a Brandon y a Michael del clóset. Golpeé a Anthony en el brazo para que se irguiera y bajara sus sucios pies de mi perfectamente blanca cama.

Los chicos se sentaron a la orilla de la cama como niños regañados, a excepción de Eagle, quien estaba relajado sobre el sillón individual que yo utilizaba para leer libros de tarea o hacer videollamadas con Lucy.

—No pueden quedarse aquí —lamenté, recargando mi cadera sobre el escritorio a un lado de la puerta para entrar a mi habitación. —Mis hermanas llegarán en cualquier momento y honestamente no se me ocurre ninguna excusa razonable para tener a seis chicos en mi habitación cuando me dejaron sola en la casa.

Los chicos intercambiaron miradas. Tardé un segundo en notar mi error.

—Cinco. —Me aclaré la garganta. —Cinco chicos en mi habitación.

Bajaron la mirada, pero intentaron disimularlo, ya que dos minutos atrás les había ordenado que dejaran de actuar como si Frederick estuviera muerto. No estaba muerto. Estaba vivo, esperándonos en algún lugar. Solo teníamos que hallarlo y todo estaría bien.

Después de que todos despertaran en la cocina, comieran y bebieran algo, la curiosidad los atacó y comenzaron a explorar mi hogar. Ellos se creían los mejores actores, pero yo sabía que mucha de esa curiosidad era falsa, solo me hacían comentarios y preguntas ridículas para obligarme a pensar en cualquier cosa menos en Frederick. Internamente se los agradecía, tenían las mejores intenciones al hacerlo.

Anthony estiró sus brazos y los cruzó detrás de su cabeza antes de dejar caer su espalda sobre mi cama, con sus pies aún colgando del borde.

—La cosa es que nos vamos a quedar aquí, aunque intentes evitarlo —declaró Anthony, como si fuera un asunto decidido.

—No pueden. Esto no es la cabaña, chicos. Aquí viven mis hermanas. Y Andrew. ¿Qué hará Andrew cuando los vea?

—Ah —murmuró Anthony con amargura—. Andrew White. Debemos tener una seria conversación con él. Necesita explicarnos muchas cosas.

—Sí, completamente de acuerdo. Pero aquí no. Tengan su conversación en la cabaña o en la AAD.

Tingin si quinvirsicín in li quibiñi i in li AAD. White, no extrañé en absoluto tu voz aguda e irritante.

—Lo que Anthony quiere decir —interrumpió Michael antes de que me acercara a patear a Chispas—, es que no nos vamos a ir. No podemos.

—¿Tienes problemas con tu teletransportación o algo? —inquirí con preocupación.

Michael negó con la cabeza.

—La Cabaña está intacta, o al menos eso creemos, ya que la pelea fue por el río, pero no es seguro regresar ahí —explicó—. Puede que nos estén esperando ahí o que hayan plantado trampas. Necesitamos a la Sinfonía.

Anormal | 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora