Capítulo 6: Desahogo

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Elena despertó temprano esa mañana, abrumada por los recuerdos de la noche anterior que se le presentaban de manera borrosa

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Elena despertó temprano esa mañana, abrumada por los recuerdos de la noche anterior que se le presentaban de manera borrosa. Giró sobre su cuerpo para darse cuenta de que su esposo seguía durmiendo tan plácidamente como hace mucho tiempo no lo hacía, verlo tan relajado le provocó a la castaña una diminuta sonrisa, «Ahora tiene lo que le hace feliz» pensó. Luego, ella se puso de pie y salió de la habitación de forma sigilosa a fin de no interrumpir el sueño Barboza. Se vistió en la habitación de al lado y decidió dar un paseo matutino antes de los bulliciosos días de la reunión anual de la hermandad. Enseguida, caminó alrededor de media hora por el camino principal cuando se topó con Gonzalo, el nuevo contramaestre y amigo de Manuel Barboza, ella consideró irse de largo, ignorando su presencia, pero también tenía una naciente curiosidad por conocer más sobre la infancia de Manuel.

—Buen día, Gonzalo —saludó con cierta timidez. 

El pirata dejó de lado sus ocupaciones y fijó toda su atención en la esposa de su capitán a quien le regaló una honesta sonrisa.  

—Buenos días, señora Barboza.

—Creo que jamás alguien me había llamado así —indicó la castaña ruborizada por la manera en la que fue nombrada—. Llámame Elena, por favor. 

El hombre sonrió inmediatamente y luego asintió complacido. 

—De acuerdo, Elena.

—Me habló Manuel de su amistad, dice que se conocieron cuando eran unos niños —continuó ella jugando con los dedos de sus manos.

—Sí, así es. Crecimos juntos hasta la edad de trece años, cuando el padre de usted lo subió a su barco, el mismo que ahora él comanda, por cierto.

Gonzalo no tenía reparo en dar las respuestas que la castaña le solicitara, después de todo, le parecía normal que se interesara en la vida de su marido.

—Lo sé, mi padre vio en él un hijo y prácticamente lo preparó para continuar con su legado. Gonzalo, ¿usted sabe algo de la familia de mi esposo?

—Me temo que no. —El bronceado pirata negó con la cabeza y se encogió de hombros—. Nos conocimos cuando ya era un delincuente, sin ofender, ya que yo también lo era. Andábamos de un lugar a otro, entre piratas, ladrones y asesinos. Los dos sabíamos que terminaríamos haciendo algo de lo que hacemos ahora, incluso él siempre quiso convertirse en capitán de un barco.

Respiró hondo y observó el mar desde la altura en la que se encontraban. Por su parte, Elena mantenía la atención en la conversación. 

»Yo sabía que lo lograría, porque conocí muy bien su astuta terquedad, pero si me permite decirle, lo que jamás creí que sucedería, era que lo encontraría casado y domesticado —declaró con una sínica curvatura en los labios.

—¿Por qué? —preguntó Elena intrigada con las directas palabras de Gonzalo.

A este le pareció extraño, el sólo hecho de la pregunta. 

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