Capítulo 32: Viejas estrategias

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Por otro lado, minutos antes de que la batalla terminara

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Por otro lado, minutos antes de que la batalla terminara. Los agudos sonidos emitidos por los cañones podían escucharse desde la cabaña de Julia, donde las puertas y ventanas habían sido selladas, intentando simular la ausencia de toda persona en el interior de la misma. Tanto Danielle como Elena, luchaban por mantener la serenidad y la cabeza fría ante los acontecimientos que padecía la isla del coco; sin embargo, las frecuentes preguntas que Colette y Antonio hacían no contribuían a mediar la situación.

—Madre, aun cuando asegures nuestra seguridad en esta cabaña, podríamos tomar los cuchillos y sables que tía Julia guarda en su alcoba —dijo Colette jalando del vestido de su madre.

—¡Oh, ya basta Colette! Por tu seguridad, debes mantenerte alejada de las armas, te lo he dicho infinidad de veces. Además, únicamente estamos aquí por precaución, tu padre cuidará de nosotros —respondió Danielle.

—Sí, pero y si padre está muy ocupado como para...

—¡Colette, por favor, guarda silencio y siéntate por allá con Antonio! —La madre apuntó hacia un sofá donde permanecía el niño, luego dio pequeños golpecitos en la espalda de la hija para que esta obedeciera. 

La frustración se reflejó en el pequeño rostro de la niña y caminó dando ancadas hasta donde Antonio observaba.

—Es algo inquieta, ¿verdad? —preguntó Elena mientras miraba a la pequeña rubia obedecer a su madre.

—¿Tú crees? Todo es culpa de Julia, la ha educado como si fuera un varón. Supongo que no hay remedio —resopló acercándose a su amiga. 

El silencio dentro de la cabaña se hizo presente después de breves minutos, donde se dio paso a los no tan lejanos estruendos de los cañones.

—¿Piensas que el plan de Manuel esté funcionando? —cuestionó Elena de nueva cuenta, aprovechando la lejanía de los niños.

Danielle acomodó su cabello y parte del vestido, enseguida, ablandó el semblante tras notar la preocupación de Elena.

—En más de una ocasión, escuché a los hombres de esta isla decir que no habría otro pirata como Barboza en mucho tiempo, él cumple con las cualidades de un excelente marinero. Supongo que, si hay alguien que puede vencer esta batalla, será él.

—Bueno, no había nadie en La María que no supiera que se convertiría en el capitán que es hoy. Mi padre fue el primero en notarlo cuando lo vio robándole —respondió Elena, complacida con la idea. En realidad, lo que quería era mantener la mente ocupada y lejos de los pensamientos tortuosos que la agobiaban constantemente.

El reciente silencio entre ellas, le permitió a Elena escuchar la voz de un par de piratas que avanzaban a las afueras de las cabañas, los hombres que figuraban al exterior, parecían dirigirse a donde se encontraba la casa que ocupaba ella con Barboza. Con precaución, observó los sospechosos movimientos a través de la ventana de Julia. Por un par de segundos, contempló la idea de que podía tratarse de quienes peleaban por la isla, pero después de escucharlos hablar, comprendió que se trataba de piratas ingleses en busca de algo o alguien.

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