Los vestigios de una guerra entre almas inhumanas, declaraba su presencia en aquella hacienda convertida en campo de batalla. El suelo fértil que rodeaba la casona fue teñido con la sangre de aquellos que una vez se declararon marineros. Muerte, agonía y dolor; fueron los resultados para los hombres que perecieron en batalla.
Las bocas sedientas de los vencedores, hacían alarde de sus atroces actos disfrazados de proezas.
—¡No hay quien nos venza! —declaró un miembro de la tripulación victoriosa.
El resto de los hombres bañados en gloria, no hacían más que reír y brindar con las polvorosas botellas de ron que pasaban de mano en mano como símbolo de su alegría.
Desde una oscura y lejana entrada a la hacienda, apareció Manuel Barboza quien con apenas una mirada sobre el suelo que pisaba, se le llenó el cuerpo de egocentrismo y orgullo. Era el dueño de aquellos hombres que vencieron, era dueño del mundo y ahora dueño de la muerte.
El contramaestre observaba latente cada movimiento de la temeraria tripulación, cuando el cabalgar de varios caballos aparecieron a sus ojos. Manuel se detuvo frente a él sin mostrar una gota de satisfacción en el rostro.
—¿Qué sucedió? —preguntó Gonzalo, después de percatarse de la molestia de su capitán.
—Nada. El muy perro huyó —explicó al bajarse del caballo—. Encontramos un camino que llegaba a la costa. Al parecer, subió a su barco y se largó.
—Imaginé que tendría planeada una escapada en caso de que sus planes no se dieran como quería.
—El problema es que ahora tendremos que cazarlo por mar y eso lo vuelve más complicado. Aun cuando saliéramos en este momento rumbo a La María no habría manera de alcanzarlo —aseguro Barboza mientras entraba a la casona.
—Ya lo atraparás después. Por cierto, Elena y el niño están aquí —informó Gonzalo al darse cuenta de que su amigo no tenía la intención de preguntar por ellos.
Las pisadas de Barboza se detuvieron en seco sin volver la vista hacia Gonzalo, el pecho se le expandió debido al aire que su cuerpo no pudo soltar. No lo diría, pero se sentía igual a un cobarde que evade una batalla.
—¿Cómo están? —interrogó con las rodillas flácidas.
—Puedes ir y preguntarles —aseguró el contramaestre a las espaldas de Barboza.
—Más tarde, tal vez. ¿Dónde están los prisioneros? —preguntó para desvanecer a Elena de su cabeza.
—Los matamos a todos —resolvió con tremenda sonrisa en el rostro.
El pirata fijó su atención en él con esa imponente presencia a la que todos temían.
—¡¿Por qué hiciste eso?! ¡Necesitamos la información!
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LEGENDARIO
Historical FictionLa vida de Manuel Barboza fue complicada desde su nacimiento: rechazado por su padre, abandonado por su madre, educado por un hombre que no tenía un lazo de sangre con él. Deseoso de mostrarle al mundo sus habilidades, enfrenta los problemas de su...