La bandera europea de la corona inglesa, ondeaba en el Richard II: un enorme barco de guerra que navegaba por el océano pacífico con bodegas repletas de mercancía. El miedo se apoderaba del contramaestre mientras analizaba cauteloso la presencia de tres barcos que venían hacia ellos bajo aquel tenue amanecer. Dio un par de respiraciones profundas al tiempo que sentía la fuerza del frío viento acariciándole el rostro, pese a ello, el único sonido percibible era el del oleaje golpeando con la popa del barco en medio de la oscuridad del mar. El marino levantó la mirada hacia los cielos para encontrarse con los movimientos de las velas yendo de norte a sur.
—Será mejor despertar al capitán —dijo el hombre que estaba por completo atemorizado.
Luego observó de nuevo, pero está vez lo hizo con el catalejo, apuntó hacia el mástil de aquellas naves y sus sospechas se convirtieron en una realidad, el corazón del hombre latía apresuradamente, puesto que sabía que ya no había mucho que pudieran hacer.
Minutos más tarde, el capitán llegó a su lado con el rostro desgastado, enormes ojeras y el cabello despeinado, usaba una gruesa bata color carmesí que le cubría el cansado cuerpo.
—Primer oficial, ¿qué es lo que ve? —preguntó el capitán, buscando actualizar la información que hasta el momento tenía.
—Señor, se trata del capitán Barboza —dijo el contramaestre después de tragar saliva.
El almirante y capitán del Richard II abrió los ojos como platos, al mismo tiempo que sintió desaparecer el frío de su cuerpo. Talló con fuerza ambos parpados con la esperanza de que todo fuese una temible pesadilla.
—¿Estás seguro? —cuestionó.
—Lo estoy señor, son tres naves de banderas negras y en una de ellas cuelgan las cabezas de sus enemigos, igual a como lo han descrito.
—Se supone que tenemos inmunidad —dijo el capitán, pensando en una salvación para él y sus hombres—. No creo que tenga intenciones de atacarnos.
—Capitán, él no respeta la inmunidad —respondió uno de los marineros pendiente de aquella conversación.
El hombre de la bata lo miró fijo, si los cuentos eran ciertos, bien podrían estar en serios problemas.
—Bien... entonces quiero a todos preparados en sus puestos. De ser atacados, debemos estar listos —ordenó con certeza.
—Disculpe la interrupción, almirante, pero yo considero que lo mejor que podemos hacer es huir, aprovechar los vientos y salir de su alcance, tal vez se canse de perseguirnos y desista —interrumpió el primer oficial que no soltaba el catalejo.
—¿Huir como cobardes? ¿Esa es tu propuesta? —El capitán se sintió ofendido con la propuesta que no tenía contemplada—. De ninguna manera lo aceptaré, tenemos un Galeón de guerra con una tripulación cualificada para este tipo de situaciones.
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LEGENDARIO
Ficção HistóricaLa vida de Manuel Barboza fue complicada desde su nacimiento: rechazado por su padre, abandonado por su madre, educado por un hombre que no tenía un lazo de sangre con él. Deseoso de mostrarle al mundo sus habilidades, enfrenta los problemas de su...