Capítulo 35: Sin despedida

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La noche albergaba los más profundos miedos e inquietudes que atosigaban a cada hombre y mujer presente en aquella isla convertida en campo de batalla

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La noche albergaba los más profundos miedos e inquietudes que atosigaban a cada hombre y mujer presente en aquella isla convertida en campo de batalla. El temor a perder su vida, pasó a segundo término ante la idea de suprimir su libertad, su honorabilidad como piratas, la fuerza para renacer y las ganas de continuar con aquella vida que les permitía volar mientras navegaban sobre las aguas del mar. Esa noche, Barboza presentó ante el gremio, el nuevo plan diseñado por Elena, cuyo objetivo no era otro que el de acorralar al capitán John White. La mayor parte de los capitanes aceptaron de inmediato, pese a los miedos e inquietudes que amenazaban sus vidas. No obstante, no había alguien que dudara de la capacidad de Barboza para comandarlos, lo demostró en la primera parte de la batalla y lo demostraría de nuevo, al entregarles la cabeza de White que prometió en la reunión.

Después de horas de diálogo con el resto de los piratas y corsarios, Manuel regresó a su cabaña para tomar un breve descanso. El lugar estaba lleno de huéspedes, como lo hubiera estado cuando aún vivía Montaño; una de las habitaciones era ocupada por Gonzalo, quien después de traer a Elena de regreso, se había ganado un merecido descanso, según Barboza. Danielle, Alejandro y Colette, dormían en otra de las habitaciones como huéspedes; ya que, la cabaña que les pertenecía, se encontraba bastante alejada del resto, sin mencionar que fue construida en los terrenos que cederían para permitirle a los ingleses avanzar.

Finalmente, Barboza entró a la habitación principal para encontrarse con Elena. La mujer castaña estaba siendo iluminada por la luz de las velas, mientras tomaba un baño en la tina que ocupaba uno de los rincones del espacio. Aquella vista le provocó a Barboza un desborde de recuerdos de los días que vivió junto a su esposa en completa tranquilidad en Portobelo, donde a pesar de tener días difíciles, también gozaron de días de inmensa felicidad.

—¿Qué sucedió en la reunión? —preguntó Elena desde la tina de baño.

—Aceptaron —informó el pirata que parecía más relajado. 

—Supongo que no les hablaste de Antonio. —Elena sabía que evitar mencionarla a ella o al niño, era la mejor manera para que el resto de los piratas aceptaran el plan. 

—No. De haberlo mencionado hubiéramos tenido problemas. Tampoco les dije que todo fue tu idea —expuso el hombre acariciando su nuca. 

—¿Y qué es lo que saben?

—Creen que Antonio está desaparecido en la selva —resolvió Manuel, colocando una silla junto a la bañera—. Tenía que justificar de alguna manera su ausencia y tu inquietud.

—Supongo que es lo mejor, tomando en cuenta nuestros antecedentes con la hermandad —dijo Ella, recordando su rescate en Magdalena años atrás. Después miró el preocupado rostro de su esposo, un semblante que sólo ella reconocía bastante bien—. ¿Pasa algo más? —preguntó.

Este puso toda su atención en la mujer, los terribles sucesos opacaban cada gota de felicidad por su regreso, su mujer fue ultrajada y su único hijo estaba desaparecido, probablemente en manos de White. 

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