Capítulo 13: Estragos de una tormenta

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Dos grandes tormentas golpearon la isla del coco esa noche, una impactaba con la fuerza de la madre naturaleza y la otra con la de una hermandad con deseos de aniquilar

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Dos grandes tormentas golpearon la isla del coco esa noche, una impactaba con la fuerza de la madre naturaleza y la otra con la de una hermandad con deseos de aniquilar. Gonzalo corrió directo a la cabaña de Julia, donde supuso que podría encontrar al capitán Bartolomeo. Sus botas húmedas crearon un charco de agua sobre el piso de la cabaña, pero a la pirata esa situación no le importaba, las noticias que traía Gonzalo eran mucho más importantes y de interés comunitario.

—¿Qué noticias traes, muchacho? —preguntó Bartolomeo con el semblante preocupado.

—Se trata de Elena, ella dice que puede confirmarle al capitán White la aceptación de los términos.

Los ojos del viejo lobo de mar se abrieron grandes, luego de la fría noticia que causaba escalofríos en el cuerpo del pirata, que creía haberlo visto todo. 

—¡Santo cielo! —expresó dejándose caer sobre un sofá—. ¿Qué ha dicho Barboza?

—Está molesto o más bien furioso. No coincide con Elena. Ahora están hablando —respondió Gonzalo mientras sacudía su cabello húmedo.

—No debiste dejarlos solos, ese hombre enloquece con tan sólo mencionarle el nombre de su mujer; es capaz de matar al inglés para meternos a todos en aprietos o incluso podría hacerle daño a ella —intervino Julia, extendiendo una copa con vino para Gonzalo.

—No te preocupes por eso, Julia. Ya tengo gente vigilando la cabaña, si lo ven salir, lo detendrán, así tengan que dispararle en una pierna.

—Tenemos que sacar a Elena de ahí, Barboza se ha convertido en alguien peligroso para todos —comentó Alejandro. 

El rubio estaba haciendo notables muecas de dolor, debido a los cuidados que su esposa le estaba dando a las recientes heridas provocadas por la pelea con Barboza. Por otro lado, Danielle escuchó del supuesto peligro que su amiga corría al lado de su amigo y no pudo evitar estar en mayor desacuerdo.

—No, claro que no. Elena no corre ningún peligro con Manuel, yo soy quien lo conoce mejor y sé que Barboza la ama. Estarán bien, únicamente deben darles espacio, ellos necesitan hablar —dijo con total tranquilidad.

—Coincido con Danielle, con vigilarlos muy de cerca será más que suficiente —respondió Bartolomeo.

Gonzalo se sintió satisfecho con aquella indicación y volvió la mirada a donde su antiguo capitán aguardaba. 

—¡Hey, Alejandro! Buena tunda la que te han dado, ¿verdad? —bufó después de sorber de la copa que Julia le proporcionó.

—¡Ya me las cobraré cuando tenga oportunidad! —soltó Alejandro con molestia ante la broma del contramaestre.

—No, Alejandro. Esa rivalidad entre ustedes tiene que detenerse, tú debes dejar que ellos arreglen sus problemas por sí mismos, son bastante capaces de hacerlo y la mayoría de las veces es pura terquedad por parte de ambos —alegó Danielle con el ceño fruncido y ambos brazos en la cintura.

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