Capítulo 20. Sobre ti

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Sett está comiéndose las uñas y caminando en círculos mientras espera a Aphelios.

No tiene noticias de él desde hace tres días.

Despertó en la caverna del tirador completamente solo, desorientado y confundido, cuestionándose cuánto de la noche anterior fue real. No hay indicios del paradero del lunari desde entonces. Al principio le restó importancia, atribuyéndole de excusa las prácticas religiosas del Chico Luna...

Hasta que lo alcanza la conversación de las marcas de ofensa, del Hombre de Azul, del veneno de azadiractina y estricnina que tenía que reportar; y lo arrasa totalmente. El Arma de los Adeptos se desmoronó frente a sus propios ojos, expresando abiertamente su temor y dolor, declarando entre lágrimas lo peligroso que era enfrentarse al Triunvirato...

Y Sett lo había estimulado para lanzarse al pozo. ¿Qué había hecho? La culpa lo golpeó como no lo hacía hace años, la comprensión de las cosas llegando demasiado tarde: ¿y si Aphelios había ido con sus superiores? Si por un beso que ofendió una mujer le obligaron a tallarse cicatrices para enmendarse, ¿qué harían si ofendía toda la máxima autoridad religiosa...?

Entró en pánico finalmente al tercer día sin noticias. Tomó sus nudilleras y su capa, encaminándose a la ciudad. Honestamente, no fue con ningún plan real (más que exigirle a cualquier alma que se le cruzara en frente por información del paradero de su mejor amigo), así que supone que Phel tiene algo de razón al decir "Dios obra de formas misteriosas", cuando se adentró en la periferia del Mercado y una dama exclamó ni bien verlo. —¡Oh, eres tú! —sonriendo, con una canasta al pecho—. El descarado de la Ceremonia.

No la reconoció en primera instancia. Bajita, de rulos blancos. El recuerdo de una fémina interrumpiéndolos en su hogar llegó como una abofeteada de esperanza y vergüenza. —Amor.

—Soy Morr, en realidad —clarificó la mujer.

Mol —la tomó por los hombros (agachándose hasta que le punzó la espalda, dada la diferencia de alturas)—. ¿Dónde está Aphelios?

—¿El Arma de los Adeptos? —rectificó ella, formal (y de puntillas)—. Está en un concilio privado.

Sett debería haber preguntado "¿qué es eso?", pero antes salió. —: No sé nada de él desde hace tres días, estoy esperándolo en su hogar, tuvimos una conversación intensa y- bueno, no intensa porque no fue de ese tipo de intensa ni del otro tipo de intensa- ¡no es el punto! Solo hablamos y luego ya no estaba, no sé a dónde fue ni dónde estará ahora ni-...

La mensajera detuvo su verborrea jalándole de un brazo y repitiendo. —: Está en un concilio privado de tres días. Estaría regresando esta noche, aprendiz.

Así que ahí está. Oficialmente queriendo chillar cuando, al anochecer y tras horas de espera, la voz del Arma de los Adeptos suena desde el umbral. —: ¿Sett?

—¡Chico Luna! —exclama, con una gran sonrisa.

Se arrima rápidamente hacia él; su saludo es tomarlo por los hombros y descender a palparle compulsivamente el torso. Revisa que esa camisa gris que lleva puesta sea solo gris, sin manchas rojas, y que las únicas marcas que tiene sean las pintadas en su cara y las talladas en los brazos (pese a la tela llega a sentirlas; las ojea bastante receloso, las muy malditas). —¿En serio? ¿Estás bien?

—¿Tú estás bien? —Phel le mira extraño, preocupado por la salud mental de su mejor amigo.

—Sí, digo, ¿importa? Qué importa, ¿tú cómo estás? —el joniano se muerde los labios, impaciente, y le sacude—. Estoy aquí desde que te fuiste, me enteré por Moc que estabas ocupado —Aphelios enarca una ceja, preguntándose quién es Moc—. Dijo que estabas en una reconciliación, y no sé qué es eso, así que esperaba por si regresabas sin una pierna o algo, pero ya que estás completo ¿qué pasó entonces? ¿Estás bien? —repite.

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora