Capítulo 13. ¿Trato de intereses?

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Aclaraciones: "Alune" // "Sett" 

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Aphelios se sorprende gratamente al llegar a la cueva, una completamente diferente a la última vez que la había visto. La entrada es ancha y prolija, formando una casi perfecta U invertida; a sus laterales cuelgan dos antorchas mayores, se alcanza a ver unas cuantas más en las paredes internas que alumbran un pasillo estrecho y alargado; para concluir, en la parte superior hay una cabeza de dragón de oro que pareciera marcar territorio mostrando la dentadura, criatura de la que cierto hombre-bestia llevaba como ícono. Se pregunta de dónde lo habrá sacado, pero también, ¿él había conseguido ajustar todo esto solo en unas horas?

Se adentra a la caverna, siguiendo la iluminación hasta el final, a un cubículo que se ha transformado desde ayer en el nuevo hogar del vastaya. Hay bastantes elementos desperdigados por cualquier sitio, del lado derecho solamente están pulcramente tendidas las mantas y almohadones para dormir, junto a un par de pertenencias personales de aseo; del lado izquierdo hay herramientas, el equipo de escalado, bolsones a medio desempacar, y el mismo vastaya, arrodillado de espaldas y haciendo medidas al pie del muro.

Carraspea para llamar su atención. Este se gira: tiene manchas de tierra en el rostro, una regla entre los dientes y un papel con números pegado a la frente. Aguanta la risa y el joniano escupe el objeto en su boca para sonreírle. —¡Hey, Chico Luna! Te estaba esperando.

El aludido asiente con la cabeza a modo de saludo, buscando un lugar libre para depositar la enorme bolsa que vino arrastrando todo el camino. El Jefe rápidamente deja sus cosas en el suelo, levantándose para llegar a él y agarrar el montón de libros y mapas que el muchacho lleva en la otra mano. —Permíteme ayudarte con eso.

—Gracias —agradece, posando el costal de más herramientas encima de la cama y estirando los músculos de los brazos.

Settrigh coloca los manuales sobre una roca lisa, oteándolos un poco en el proceso. —¿Cómo se supone que quieres que lea esto? —indaga, elevando el primero de la pila con la portada escrita en sacro lunari*.

—Aprenderás, es sencillo —promete Phel, tronando sus hombros y viendo al joniano arrugar la nariz al desdoblar uno de los mapas, fácilmente reconocible pero a su vez, con coordenadas en simbolismos targonianos.

Ahora que habían encontrado el punto para comenzar a escarbar dyriums, era necesario que el vastaya se instalara e informara acerca de estas flores: la información estaba en esos tomos de jardinería y medicina; había ido por ellos a la Gran Biblioteca. También había aprovechado en llevarse algunos planisferios de la zona, esperaba que estuvieran lo más actualizados posible.

—Lo que me faltaba, que en estas vacaciones me aprenda un nuevo idioma —se carcajea el pelirrojo, dejando las escrituras para acercarse al lunari, limpiándose a manotazos los restos de tierra en el torso y rostro.

—¿Todo por tu madre?

—Todo sin dudar —afirma. Aphelios sonríe con suavidad, y él se queda unos instantes varado contemplando esa sonrisa antes de reaccionar—: ¡Ah! Hice algo —comenta, señalando con la mano para que su compañero lo siga a una zona de la que no había reparado anteriormente, en la parte frontal.

Una especie de cocina, hay unos carbones que aún se ven ardientes bajo un calderón, los utensilios están desparramados a un lado, y un par de almohadones enfrentados con dos platos encima los reciben, sorprendiendo al targoniano: dos pedazos de carne salpicados con verduras aguardan.

—No debiste molestarte... —reprende tímidamente, pero Settrigh nota por su mirada que probablemente no ha comido en horas.

—Bah, está bien, es lo mínimo que puedo hacer.

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora