Capítulo 15.2. Por (des)confianza

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Parte 2

La Ceremonia de Iluminación es la más importante ceremonia del pueblo lunari. Se dispone regida bajo instrucciones sumamente meticulosas en su sede: la Iglesia al centro de la ciudad; un edificio desgastado y humilde, mas lo suficientemente amplio para albergar a toda la población. Consta de un salón principal (con sus únicos dos lujos: un candelabro enorme y un santuario de plata al fondo, tras una mesa alargada reservada para el Triunvirato de Santos) y una ramificación de tres partes: una entrada a la bodega de suministros atrás, un pasadizo que lleva a otra sala pequeña (ocupada clásicamente en la segunda fase) a la derecha, y un túnel de salida a la izquierda.

Al entrar, Sett percibe el aroma a lavanda de sahumerios mezclándose con el olor a madera vieja. Él y su compañero se arriman los ventanales para observar afuera, manteniéndose al margen mientras la instancia se llena con la aldea.

Su mente comienza a maquinar cuando, quince minutos después de que nadie nuevo apareciera, oye el sonido de la puerta trabarse. Repasa con cada acto la explicación de su camarada:

Tres hombres salen del cuarto de suministros, acompañados por cuatro mujeres con una silla para cada uno. Al sentarse, una de las féminas se adelanta al público. —Fenom —vocifera.

El pueblo se arrodilla; los únicos parados son ellos y algunos más. La siguiente parte la habían ensayado en la caverna: cuando todos están en posición, el Arma de los Adeptos camina hasta quedar delante del Triunvirato de Santos, seguido por el Jefe y los demás de pie. El protector se hinca en una rodilla, estirando su palma hacia una de las señoritas quien no tarda en entregarle un clavel azul, acercándose a su oído para murmurar algo; en cuanto se aparta, el Portador se levanta y se dirige al pasadizo de la derecha. Le ha dedicada una mirada fugaz al vastayano.

Cuando su figura desaparece, las lazarillos se apresuran a cambiar el set. Una de ellas forma un redondel en el piso con varios pedazos de piedra lunar; otra clava al suelo una especie de vara alargada metálica con un aro hueco en la punta, calculando alinearlo con el enorme ventanal sobre la salida. Las dos restantes se han ido a la trastienda y regresan con una tina de madera rellena de agua oscura, depositándola al centro del círculo de rocas y frente al palo de metal.

Poco después, el Arma de los Adeptos vuelve acompañado de un hombre mayor, custodiando a cada lado del túnel. Este último exclama. —: Soem.

La palabra es repetida en coro en la sala mientras una mujer, la protagonista del primer acto, sale del pasadizo. Luce una apariencia peculiar: su piel ha sido maquillada de un celeste pálido y adornada con simbolismos blancos que se esparcen desde sus antebrazos hasta los laterales de su cuello. El cabello lo lleva atado en un rodete hacia arriba, una peineta ayuda a sostener un gran platillo de plata con un manto de seda en la parte posterior que arrastra tras de sí. Va descalza, abundantes tobilleras tintinean a cada paso que da. Y finalmente, porta un vestido de dos piezas: al inferior una falda color granate que cubre desde sus rodillas hasta las caderas, contoneando su figura, y termina con unas vendas ceñidas para tapar sus senos.

Aunque lo verdaderamente llamativo en su aspecto es su rostro, su marca: dos media lunas negras pronunciadas que descienden por debajo de los párpados y convergen en el mentón. Settrigh no puede evitar pensar que son como dos riachuelos de lágrimas, unos demasiado grandes y remarcados; se pregunta qué significarán, pero acaba por dejar la idea al concluir que la única media luna que tiene Phel es más bonita.

De paso, siente la mirada de susodicho en cada acción que realiza después de eso. El vastaya y un grupo de seis rotan para posicionarse detrás de los sacerdotes; Aphelios también se encamina allí con el otro hombre, quedando hombro a hombro entremedio de ambos. Sin embargo, antes de llegar, algo hace a Sett fruncir la nariz abruptamente.

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora