Capítulo 14. No hay lugar como el hogar

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Aphelios está rezando en voz baja las escrituras sacras de la pared cuando escucha un fuerte estruendo a sus espaldas. Deja su postura de loto y se gira tan solo para encontrar a Sett en la entrada de la caverna, tratando nerviosamente de reacomodar dos enormes pilares de madera de vuelta a su lugar a los laterales. —Estas mierdas no estaban aquí la otra vez... —le oye refunfuñar. El Arma de los Adeptos suspira pacientemente. Le había costado colocar esos palos santos esta mañana.

Hace un rápido ademán de cierre a sus oraciones y se levanta para ir hacia el joniano, el que al verlo indaga inmediatamente, exasperado. —: ¿Por qué usas cerillas para contaminar el aire?

—Son inciensos —corrige—, ayudan a la meditación —y se hinca a juntar los sahumerios, ahora esparcidos en el suelo.

El vastaya termina de ubicar las cosas en su sitio antes de decir. —: Sí, ah, fui a buscarte a tu morada, no te vi ahí. Supuse que aquí estarías...

Toma una porción de los palillos que Phel tiene en la mano para colocarlos de manera desprolija en los huequitos, algunos al revés. El lunari ríe por lo bajo ante su descuido. —¿Precisas de algo? —hace una señal con la cabeza previo a adentrarse de vuelta a la cueva de las Noctum.

El luchador lo sigue, oteando a su alrededor y fingiendo desinterés. —Nada en particular —confiesa, al llegar a la laguna principal—. Solo saber ¿por qué no has venido a mi pocilga estos días?

Al menos los últimos tres. Settrigh había estado toda la semana trazando rutas y elaborando sus propios planos del terreno donde se estableció, escarbando de a poco en búsqueda de, primeramente, aguas subterráneas. El principio siempre era pesado, así que las tardes se habían tornado bastante ocupadas. Veía al Chico Luna al esconderse el sol, minutos antes de que este se marchase a su vigía nocturna; una visita rápida para asegurar que todo estuviera en orden en caso de que el joniano no lo buscase de antemano. Sin embargo, en las anteriores dos noches no tenía ni ínfima noticia sobre él.

—No he patrullado —contesta el lunari, dejándose reposar de brazos cruzados en una pared cercana—. Los ancianos han dictaminado que el Arma de los Adeptos no esté en la Introducción de la Ceremonia de Iluminación de esta ocasión, y que se recluya al pináculo de su esencia.

—Ya —responde Sett llanamente, sin siquiera ánimos de preguntar qué es un pináculo—. Y entonces... ¿quieres ir a comer algo a casa?

Phel lo ojea por unos segundos como si hubiera cometido una enorme ofensa, pero rápidamente ablanda sus facciones: niega suavemente con la cabeza, y se encamina de nuevo al sitio donde antes oraba. —Estoy en ayuna estos días.

—Anda —insiste el joniano, yendo hasta donde él está. Observa extrañado la gran cantidad de peculiares objetos metálicos desperdigados bajo un altar, el Chico Luna procede a sentarse frente a ellos y sobre sus propios muslos, cerrando los ojos mientras sostiene entre sus palmas una especie de esfera de plata con ilegibles símbolos tallados—, que esta vez yo mismo cacé la gacela. Sería una lástima que me la comiera yo solo... —insinúa.

Aphelios ni así deja un milímetro de su postura. —Mis deberes estos días son la ayuna y el entrenamiento, Sett —sentencia.

Oye al aludido soltar una carcajada y después percibe cómo se lanza a su lado repentinamente, sentándose y pasando un brazo despreocupadamente tras sus hombros. Apenas lo zarandea, sin embargo es suficiente para que la bola maciza resbale de entre sus dedos, desconcentrándolo, rodando un metro lejos luego de impactar contra el suelo. Levanta los párpados para mirarlo con reproche, pese a que su mirada de reclamo provoca poco y nada en el luchador.

—Ayuna y entrenamiento, ajá, pero aún podemos negociar. ¿Qué tal si vienes a entrenar a mi cueva? —propone el vastayano, con una colmilluda sonrisa que irradia cuantiosa presunción.

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora