Capítulo 8. Palabras justas y concisas

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Quizá era paranoico de su parte sentir que algo no andaba bien; sin embargo, tener a un rengo decidiendo dar un lindo paseo a plena noche en vez de ir a un curandero, no daba precisamente un buen preconcepto.

—¿Entiendes que estás herido? —cuestionó Sett horas antes, cuando Phel se quitaba la tablilla que le habían colocado cerca del esguince y trataba de mover el tobillo, gesticulando unas pequeñas expresiones de dolor.

—No estoy inválido. Puedo caminar.

—Bien. Como tu médico no especializado y asumiendo el rol de uno, te prohíbo salir —fue un chiste, pero chiste en serio; era lo más estúpido que se le pudo haber ocurrido en el momento para detenerlo. El Chico Luna le ignoró y partió sin siquiera despedirse.

Ya hacía bastante de eso, y aún no regresaba, generándole al pelirrojo molestia en el estómago por mal presentimiento. Gira una y otra vez entre las mantas, como si tal acción aliviase su inquietud. Al cambiar de posición repite en su mente las cosas que sabe de Aphelios, aprovecha la soledad de la cueva para reflexionar:

Los últimos días habían sido muy... erráticos, incluso si no habían hecho más que conversar. Demasiado de conversar, para su gusto... el lunari no era la clase de individuo que hablara en exceso, siempre tenía las palabras justas y concisas; excepto por las ocasiones que habían ahondado en su tipo de vida. Y por ende, no tenía sentido. Se abría a él, de la nada, a un extranjero del cual solo conocía hace un mes, con temas que rozaban lo inconcebible. No, no tenía lógica. Había algo extraño en esto, y no le agradaba la sensación de malestar que a ese pensamiento le proseguía. No obstante, además de malestar, siente empatía (quizá parte de la molestia aflora de esto). Nunca se interesó cuantiosamente en las personas a su alrededor, a veces no recordaba ni sus nombres a menos que tuvieran que ver con su mami o la arena, porque era sencillo: no le interesaba en lo más mínimo, y no le provocaban lo más mínimo. Los clasificaba por apodos, "El de la Caja", "El de la Segunda Ronda", "El del Diente Feo", lo que sea; y así también, había nacido "El Chico Luna", con esa mala costumbre arraigada desde que se convirtió en Jefe. Ese mote era la evidencia de que aún seguía pensándolo: todos le importaban un bledo, en tanto no se mezclaran asuntos. Pero oh, Aphelios. No se había involucrado, no, el enigmático Arma de los Adeptos era solo un guía; pero mentiría si a esta altura dijese que no tenía más interés en este. Una excepción; ahí residía el problema. La necesidad de saber más se había instaurado en su cabeza demandante e insufrible hasta cumplir su capricho.

Gruñe, levantándose irritado de no poder dormir. Toma su chaleco y se arrima a la salida de la caverna para aspirar aire fresco.

Hace una noche preciosa, de pocas nubes y mucho firmamento, acompañado de su fiel luna menguante. Sonríe, el astro lunar tiene la forma de la huella atravesando el ojo derecho del Chico Luna; es la luna la que se parece a sus marcas, no viceversa. ¿Qué tendrá el chico para ser tan como tú?, cuestiona, sin cavilar demasiado en lo que eso signifique. Está a punto de regresar a la cama, pero quizá es el destino que cuando agache la vista, vea al ocupante de sus pensamientos: escudriñando una cueva, antes de internarse en ella. Sett se queda allí clavado, mirando, sin saber si devolverse o ir a buscarlo. No era ninguna mamá para mandarlo a dormir, piensa; inmediatamente se reprocha a sí mismo: no, no es su madre, aunque su compañero está herido, y si se está forzando retomar su condición física para reanudar a su búsqueda, debía aclararle que podía seguir esperando su recuperación. Obviamente debe ir por él.

Se desliza con agilidad por las paredes, bajando, trotando y subiendo hacia el otro lado. Tarda un poco en ubicar dónde está el hueco de entrada, palpando las rocas hasta dar con su objetivo, metiendo la mitad del cuerpo para analizar el sitio. Es una caverna cerrada y alta, atosigada por el ruido de incesantes grillos; si los hubiese ignorado en vez de maldecirlos, quizá se hubiera percatado que Aphelios no estaba precisamente solo...

Noctum y Dyrium (Settphel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora