Capítulo IV.

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Diciembre, día 20.

Hoy era el día que volvía a la ciudad de mamá a verla. A pasar la Navidad. Estaba muy emocionada. Llevaba sin verla muchos meses y por fin la vería ahora. Mi trabajo como azafata ya lo había dejado puesto que cuando acabaran las vacaciones empezaría a trabajar en el despacho de Will. Este último, estaba ahora mismo a mí lado, dormido. Decidí despertarle a besos.

-Buenos días Will... -dije dándole besos por la cara.

-Mm... Buenos días cielo. -dijo susurrando y abriendo los ojos.

Le sonreí.

-Menudo buen despertar, a besos. Tu si sabes. -dijo sonriendo y dándome un piquito.

Asentí.

-Asi que hoy te me vas... -dijo mirándome con pena.

-Si... Sólo son unos días, no me pongas esa carita. -dije mirándole y sonriéndole

Will sonrió.

-Tienes toda la razón del mundo. -dijo sonriéndome.

Le sonreí y me levanté. El también se levantó. Desayunamos juntos y nos dimos una ducha.
Tenía que irme pronto ya que había unas horas de viaje de por medio así que nos despedimos.

-Bueno... Ya me tengo que ir. -dije mirándole y cogiendo la maleta.

-Bueno. Pásatelo genial ¿Vale? Cualquier cosa ya sabes, llámame. Y sino, llámame igual. Me muero por escuchar tu voz aunque sea un ratito. -dijo acercándose y dándome un beso.

Se lo seguí lentamente sonriendo. Nos acabamos de despedir y emprendí camino hacia casa de mi madre.

Tras varias horas conduciendo, llegué. Salí del coche y lo cerré. Saqué la maleta del maletero y me acerqué a la puerta. Ahí toqué.
Mi madre abrió.

-Hija mía. -dijo acercándose a abrazarme.

Nos abrazamos y nos dimos unos besos.

-Pasa pasa, venga.

Sonreí y entre con la maleta. Los recuerdos comenzaron a aflorar. Intente pensar en otra cosa pero según entraba me abordaban.
De repente, salió Eduardo del salón y vino a darme un abrazo.

-Hermana.

-Hola. -dije siguiéndole el abrazo y dándole un beso.

-Al fin has llegado. -dijo sonriéndome.

Le sonreí y sin dejarme decir nada, me interrumpió.

-Venga sube arriba y cámbiate, nos vamos de fiesta a casa de Ana.

Reí.

-¿Crees que tengo ganas de ir de fiesta justo ahora? Estoy súper cansada del viaje.

Eduardo me miró extrañado.

-¿Que pasa? ¿Te estás volviendo vieja? -dijo riéndose.

-Será eso. -dije riendo.

-Venga vente, solo un ratito porfa, Ana está deseando verte.

-Bueno vale, pero deja que me instale primero.

Subí arriba con mi maleta y me dirigí a mi habitación. Al entrar en ella, un escalofrío me recorrió el cuerpo. De repente, todo se me vino encima. Como cada vez que entraba ahí. Me acerqué al escritorio. Aún había libros de aquella terrible época. Abrí el cajón. Ahí estaba un álbum de fotos y un diario. Lo cerré de un golpe seco. No quería ni verlo. Ver esa habitación me desesperaba. Saqué la ropa de la maleta y la metí en el armario. Dejé fuera un pantalón ancho negro, una blusa negra y también, una americana negra. De calzado, unas sandalias de tacón grueso negras, con un poco de plataforma delante.Me puse eso rápidamente y como ya estaba maquillada, bajé.

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