Capítulo XLVI

10 1 5
                                    

Caminé por los pasillos, sin ganas de nada hasta llegar a mi oficina. Ahí me senté y, continúe trabajando lo que restaba de día.

Ya a última hora, me acerqué a mí estantería. Encima de esta había una caja. Comencé a recoger lentamente mis cosas mientras por mi mente circuló un pequeño dejá vu. Esto ya lo había vivido antes, la otra vez que me había ido. Recogí lentamente las cosas y, cuando terminé, me dirigí a mi perchero. Ahí me puse el abrigo y cogí el bolso. Tras esto, cogí mi caja y salí de la oficina. Caminé por los pasillos hasta llegar al ascensor. Desde este bajé al parking. Caminé por el, hasta llegar al coche.

Cuando llegué al coche, entré en el. Posé la caja y el bolso en el asiento del copiloto. Me até y arranqué. Conduje hacia casa.

Cuando llegué a casa, aparqué el coche y bajé. Ahí estaba el coche de Diego aparcado, por lo que supose que estaría dentro.

Cogí mis cosas y subí a casa. Cuando entré, dejé todo en la entrada. Caminé hacia el salón. Ahí, sentado en el sofá, estaba Diego. Al verme, se levantó. A su lado, habían varias cajas con cosas.

-Solo estaba esperando a que llegaras para despedirme. -dijo mirándome.

-Vale. -dije mirándole.

-¿Hay algo que quieras decir?

-¿Ahora quieres que hable?

-Si Marina.

-Ahora no quiero hablar. Llevo un día de pena, ayer una noche de mierda y tu no te has molestado en pensar como estoy.

-¿A caso tú te pones en mi lugar Marina?

-¿Te pones tú en el mío?

-Yo lo único que sé es que he dado todo por ti a cambio de nada. -dijo mirándome.

Reí levemente.

-¿Que tú has dado todo por mi Diego? Yo si dí todo de mi. Anteriormente, cuando éramos unos críos, me enfrentaba a todo dios por ti. Siempre te creía, como una ilusa. Te amaba más de lo que tú me has amado nunca. Yo si dí cada parte de mi porque no nos separaran.

-¡Si! ¡Eso era la Marina de antes! ¡La Marina a la que yo amo! ¡No a esta Marina!

-¡Esta Marina ha intentado luchar por ti! ¡Le rechacé por ti! Maldita sea, ¿No te das cuenta que yo quería que lo nuestro saliera bien? ¿Que todo fuera como antes?

-¡Pues nada es como antes!

-Mira... Me equivoqué pensado que habías cambiado... Sigues siendo igual de inmaduro que antes...

Diego se acercó a mí, agarrándome fuertemente de la cintura, apoyándome así contra la pared.

-¡Siempre he intentado cambiar a mejor por ti! ¡Siempre!

Le miré a los ojos.

-Sigues siendo igual de agresivo que antes... La diferencia es que antes lo eras con el resto... Y ahora lo eres también conmigo... ¿No te das cuenta de cómo me hablas? ¿De cómo me estás agarrando? Dime... ¿Donde está mi Diego? Porque yo no lo reconozco... Mi Diego nunca me hubiera agarrado así... Nunca me hubiera tratado así... -dije susurrando.

Diego se dio cuenta que estaba apretando de más, y me soltó rápidamente.

-Yo... Yo... Lo siento... -dijo pasando su mano por su pelo.

Un par de lágrimas cayeron por mis mejillas.

-Será mejor que te vayas Diego...

Diego me miró.

-Perdóname... Marina... Perdóname... Por favor... -dijo comenzando a llorar.

Me acerqué a Diego y pasé mis manos por sus hombros.

-Tu terminaste con esto ayer... Y hoy lo acabas de rematar... Vete...

Diego me miró a los ojos.

-Te juro... Te prometo que tú Diego sigue aquí... Solamente ha perdido los papeles...-dijo susurrando.

-Yo pensé que tú y yo podríamos rehacer lo nuestro... Yo le dije a Will que no quería nada con él porque pensé que tú habías cambiado... Que podríamos hablar... Querernos... Formar una familia juntos como siempre quise...

-Yo... Te prometo que mejorare en eso...

-Lo siento Diego... Quiero que te vayas... Ahora mismo. Vete... No quiero hablar ahora más... Necesito pensar.

Diego tragó saliva.

-Está bien... Me iré... Pero prométeme que...

-Vete ya... -dije susurrando.

Diego caminó lentamente hacia las cajas, recogiéndolas del suelo y, posteriormente, se fue. Me senté en el sofá.

Los días pasaban pero yo no salía de casa. No tenía ganas de enfrentarme al mundo. Tenía muchas llamadas de Diego y de Will que no había contestado. Un día, por la mañana, alguien llamó a la puerta. Me encontraba tumbada en el sofá. Me levanté de este y caminé sin hacer ruido hasta la puerta. Allí miré por la mirilla. Era mi hermano. Le abrí la puerta.

-Hola Marina.

-Hola. Pasa. -dije haciéndome a un lado.

Eduardo entró y, tras esto, cerré la puerta. Ambos caminamos al salón.

-Siéntate. -dije sentándome en un sillón.

El se sentó en el sofá.

-¿Quieres tomar algo?

-No, gracias.

-Vale. ¿A que se debe tu visita?

-¿Que ha pasado con Diego?

-Lo hemos dejado.

-¿Por qué?

-El me dejó.

-¿Por qué?

Le miré.

-Estoy segura de que él te lo ha dicho, ¿Por qué me preguntas entonces?

-Necesito entender que os ha pasado.

-Se ha terminado y punto.

-¿Por qué no le coges el teléfono? Esta muy preocupado.

-No quiero hablar con él. Ni con él ni con nadie.

-Pero Marina...

-Pero nada.

Eduardo pasó su mano por su pelo y suspiró.

-No sé que bobadas os traéis, siempre os habéis querido y siempre estáis igual...

-¿Has venido solo a esto Eduardo?

-No... También quería saber si estabas bien...

Suspiré.

-Estoy perfectamente, ¿No me ves?

Eduardo suspiró.

-Por cierto, te informo de que me voy a ir de aquí. Tengo un billete comprado para mañana.

-¿De que hablas? ¿A donde?

-Que me voy lejos.

-¿Lejos? ¿A donde?

-No te lo pienso decir porque vas a irle con el cuento.

Edu suspiró.

-No hagas ninguna locura Marina.

-Soy mayorcita para saber lo que debo o no hacer Edu.

-Marina...

-Si me disculpas, creo que deberías irte. No tengo ganas de hablar más.

-¿Me estas echando?

-Te estoy pidiendo amablemente que te vayas.

Edu me miró sorprendido. Al final, acabo levantándose y yéndose. Yo necesitaba pensar en aquel momento.

Hecho esto, ya más tarde, comencé a hacer la maleta. Quería dejarla preparada porque mi avión salía temprano. De noche, cené bastante temprano y me fui a dormir. El día siguiente sería muy movido.

INMARCESIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora