Cada quien vive sus propios tormentos.
Los míos me trajeron hasta donde estoy hoy, no sin antes intentar hundirme. La muerte me miró a los ojos una noche de febrero de 2010, recuerdo la sangre manar a borbotones de mis entrañas, me ahogaba, desapare...
Tan hermosa aun con sus ojeras, su cabello despeinado y sus cien bostezos, porque sé que el responsable de todo eso es un sueño (de esos que se cumplen durmiendo un poquito menos).
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