Cada quien vive sus propios tormentos.
Los míos me trajeron hasta donde estoy hoy, no sin antes intentar hundirme. La muerte me miró a los ojos una noche de febrero de 2010, recuerdo la sangre manar a borbotones de mis entrañas, me ahogaba, desapare...
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Olvidémonos de las palabras derivadas del opio, deja de preocuparte de si la verdad me va a quemar, que la espera y las dudas ya han hecho suficiente para escocerme los nervios.
La distancia entre nosotros ha sobrepasado los siete mares, y eso que te tengo delante de mí.
Hace tiempo que ya no estás y me han torturado las ganas de preguntarte si te paseas por la imaginación de la vida de alguien que ya no lleva mi rostro.
Dímelo, no busques agregarle barbitúricos a lo que vas a decirme, porque para el dolor ya dejé de ser cobarde.
No me digas que no estás seguro, que lo estás dudando, o que necesitas pensarlo que eso es igual a estar con un pie fuera de la puerta. Siempre te he dicho que, si se trata de decidir entre alguien más y yo,
nunca seré yo.
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