Capítulo XXVII

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La sala se llena de un silencio pesado e incómodo

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La sala se llena de un silencio pesado e incómodo.

La primera es reaccionar es mi madre, que se levanta el sofá como si de repente este quemara.

—Tengo que hacer una llamada. Ya vuelvo—empieza a caminar hacia la cocina, hasta que desaparece de mi vista.

Thomas se levanta del sofá y da un paso adelante.

Una alarma de peligro se encienden en mi, sin ninguna razón y retrocedo un paso que no pasa desapercibido para ninguno de los presentes. La mirada se le oscurece, aprieta sus puños pero aún así, una sonrisa sale a relucir en su rostro, una sonrisa aterradora.

Alejandro se acerca hasta posicionarse a mi lado y en un movimiento que no vi venir, entrelaza nuestras manos.

—Thomas, ¿Que haces aquí?—mi voz salió en un tono brusco y frío, y al ver sus ojos me di cuenta que no le gusto.

En mi mente no sonó así.

Thomas mira nuestras manos entrelazadas.

Un amargo se instala en mi boca junto con una opresión en mi pecho.

La sonrisa nunca deja su rostro. Esa mirada de hace unos meses atrás ya no está, ahora solo se puede ver un semblante oscuro.

—Vine a hablar contigo. Como no estabas, tu madre me invitó a quedarme para esperarte— dice, metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón.

—¿De que quieres hablar?.

—Me gustaría que fuera a solas—dice, echándole una ojeada a Alejandro que sonríe burlón, ganándose un codazo mío en las costillas.

—Espera un momento—sin dejarlo responder, jalo a Alejandro haciendo que se tropiece, pero aún así corro escaleras arribas con el pisándome los talones.

Camino por el pasillo oscuro y vacío, llegando hasta la puerta de mi habitación. La abro y la dejo así para que Alejandro pase, escucho el cerrar de la puerta a mis espaldas y sin volterme, camino hasta el closet hurgando en él. Toco la pequeña caja de madera y con ayuda de mis dos manos, la saco de su escondite, observando el tallado con mi nombre en ella.

Doy unos pasos acercándome a el que se había quedado parado en el medio de la habitación, observando todo. Pone sus ojos en mi cuando me detengo frente a él y extiendo mis manos, entregándole la caja de madera. La toma con una mueca de extrañeza, detalla el grabado y pasa sus dedos por las letras.

Con un asentimiento, lo invito a abrirla y él lo hace, con cuidado, y se sorprende cuando ve lo que hay dentro.

—Alguien me dijo una vez: preocúpate primero por ti que por lo demás, porque cuando estás jodido, ningún maldito te ayudará, solo se sentará a observar y burlarse de tu miseria.

—Skate...

—Lo que vivieron tu padre y tú fue vil, traumático e injusto. Tu padre no merecía ser asesinado injustamente, tú no merecías vivir todo ese sufrimiento que aún no acaba y tú familia no merece verte cada que a un maldito alcohólico se le acaba el vicio— hablo con seguridad y un odio viajando por mis venas, envenenando cada parte de mí ser— tu ahora deberías estar en la universidad, viviendo los mejores años de tu vida mientras sabes que tu familia te espera con orgullo.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora