Capítulo IV

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Cierro la puerta y voy caminando hacia la cocina, pero el ver las luces de la sala encendida hace que camine hacia allá.

El televisor está encendido y siento un olor a canela inundar la estancia. Doy vuelta, encontrando a mamá dormida en el sofá. Tomo una cobija de uno de los sillones y la arropó, me quedo observando unos segundos.

Se me hace raro que esté tan pronto en casa.

Le doy un beso en la frente y doy la vuelta, para ir a la cocina de una vez por todas. Pero ni siquiera he dado dos pasos cuando escucho el timbre de su teléfono, revise la estancia con la mirada encontrándolo en la mesita frente al sofá.

Llegó hasta él, tomándolo y veo en la pantalla.

Número desconocido.

Frunzo el ceño.

Descuelgo la llamada y me lo llevo hacia el oído.

—¿Hola?

Silencio.

—¿Hola?

Escucho una respiración pesada desde el otro lado y a los segundos un sollozo que hace que mi piel se erize.

Y cuelgan.

....

Abro los ojos, encontrándome con la penumbra de la madrugada. Tomo mi teléfono para ver la hora.

3:30 AM.

Cierro los ojos, tratando de conciliar el sueño, hasta que siento como un lado del colchón se hunde bajo el peso de alguien.

Mi corazón empieza a latir desbocado y mi garganta se seca al sentir su dedo acariciarme la mejilla. Con fuerza, cierro más mis ojos, ocasionado una risita en él.

Mi piel se eriza.

Mi madre está abajo, él pudo hacerle daño. O tal vez aún tengo tiempo para ayudarle, tal vez…

Mi pensamiento se cortan cuando me coge del cuello, clavando sus uñas en mi piel haciéndola arder y puedo sentir la calidez de mi sangre bajar por mi cuello, manchando la almohada.

Mis manos van hasta las suyas, tratando de quitarlas aunque se que es inútil.

Abro los ojos de golpe, encontrandome con grandes ojos rojos los cuales veo borroso por la falta de aire. Clavo mis uñas en su piel cuando siento que mi cuerpo ya no aguantara más y dos lágrimas se deslizan por mis mejillas mesclandoze con la sangre en la almohada.

—Te estoy esperando, Skate.

Siento mis manos perder su fuerza, mis ojos cerrarse bajo la pesadez de mis párpados y cuando alcanzó a escuchar una risita de parte de él, despierto.

Me siento en la cama de golpe, registrando la habitación con la mirada en busca de algún destello rojo.

A lo lejos, un relámpago ilumina mi habitación, haciéndome sentir un poco más segura.

Bajo de la cama, corriendo hacia la puerta y al abrirla, otro relámpago ilumina la estancia haciéndola parecer bastante escalofriante.

Nunca le he tenido miedo a la oscuridad, pero hay días donde me siento pequeñita bajo las sombras que se esconden detrás de está.

Bajo la escaleras corriendo, llegando hasta la sola dónde consigo a mi madre aún dormida sobre el sofá. Suelto un suspiro de alivio.

Solo fue un sueño.

Me devuelva hacía las escaleras para ir hacia mi habitación, mi pie se posa sobre el primer escalón pero me quedo quieta cuando otro trueno resuena a lo lejos. Mi mirada pasa a la ventana que está del otro lado del pasillo, dónde se encuentra mi antigua habitación. Camino hacia allí, sintiendo mi estómago retorcerse.

Tenía años que no ponía un pie en este pasillo y por esto mismo, siento una mala sensación cada vez que entro aquí.

Con pasos lentos y pausados voy caminando hacia mi antigua habitación, me paro frente a la puerta morada con pegatinas de Tinkerbell. Paso de ella, caminando hacia la otra puerta al final del pasillo.

La puerta prohibida.

Jamás he entrado ahí.

Poso la mano sobre la manija, sintiendo el polvo y lo fría que se encuentra.

¿Será una buena idea?

Tal vez solo hay muebles viejos y cosas así, ¿Pero entonces porque nunca he entrado aquí? ¿Por qué mi madre no deja que me acerque a este lugar? ¿Se enfadará al darse cuenta que he entrado?.

El que tenga miedo a morir que no nazca.

Y doy vuelta a la manija, pero está no cede. Está cerrada.

Era obvio que sí.

Observó a mi alrededor, sin encontrarme nada útil para poder abrirla. Retrocedo, volviendo a la sala y con mucho cuidado, halo de uno de los ganchitos que mi mamá usa en el cabello.

A veces es bueno que tenga el sueño tan pesado.

Y volviendo a estar frente a la puerta, me arrodilló y hago el pequeño truquito del gancho.

Fue algo que aprendí en la preparatoria de un compañero que no tenía muy buenas mañas.

Se llamaba Evan.

Evan Davis.

Era muy buen amigo y estaba por cualquier cosa que necesitabas, pero su adicción a las drogas lo hizo cometer una locura y su madre se lo llevó del pueblo. Jamás supe de él.

Doy un último movimiento y seguido escucho un pequeño “click”, me levanto y doy vuelta a la manija, abriendo la puerta que da pasó a unas escaleras. Tocó la pared encontrándome el interruptor el cual presiono e inmediatamente, las luces se encendieron, parpadeó acostumbrándome al estallido de luz y bajó las escaleras.

Un pasillo de estantes me recibe en dónde se encuentran varios tipos de armas, municiones, frascos, gasolina y algunas cosas que no sé muy bien que son. Pero sin pararme mucho a investigar sigo avanzando, llegando a una sala bastante grande.

Escaneo un poco con mis ojos, pero mi mirada se queda clavada en una sola pared donde un montón de papeles la cubren por completo.

Un hilo rojo va conectando notas, pedazos de periódico, fotos y pequeños objetos que se encuentran sellados en bolsas.

Estando frente a la pared, voy leyendo los periódicos que informan muertes y desapariciones, fotos de personas las cuales nunca he visto, pero mis ojos se topan con una que me llama la atención…Un pequeño de ojos verdes con sonrisa gigante. Leo su nombre en la esquina de la foto.

Alejandro Black.

Trato de seguirle el hilo, pero es tanto el enredo que me pierdo y no puedo encontrar el final, pero el principio si, lo supe desde que puse mis ojos en la pared.

6 años, mejillas redondas, ceño fruncido y un mohin que forma el pequeño hoyuelo en su mejilla izquierda. Pelo largo y negro, quedando unos pocos cabellos en su cara pero aún así dejando ver perfectamente el iris rojo que adornan sus ojos.

Todo empieza en ella y al parecer también terminará ahí.


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