Capítulo XXXV

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—Ademas, el maquillaje se te corrió y te ves horrible—añadio al ver como quede pasmada y viéndolo con la boca abierta

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—Ademas, el maquillaje se te corrió y te ves horrible—añadio al ver como quede pasmada y viéndolo con la boca abierta.

Me levanto con pesadez, con él agarrandome suavemente del brazo.

—Ve a casa, Skate, tu madre te está esperando.

Observo la puerta. Gracias a las luces parpadeantes rojas, puedo ver cómo hay una pequeña ranura en ella. Frunzo el ceño, y cuando tengo las intenciones de acercarme, Alejandro toma mi mano, guiándome hacia la sala y de ahí, seguir hasta la salida de la casa.

Cuando estamos frente al portón, este se abre dejando un pequeño espacio donde pasar.

Alejandro se detiene frente a mi, dejando su chaqueta en mis hombros y dando unas leves palmadas en estos.

—Gracias— musito bajito.

—A los amigos no se le agradece, Skate— responde con una sonrisa dulce y me envuelven en un abrazo que no sabía que necesitaba, enredo mis brazos en su cuerpo y lo abrazo con fuerza.

Deja un beso en mi frente y rompe el abrazo.

—Vamos— me da un pequeño empujón hacia afuera y con pequeños pasos salgo hacia el exterior.

Me detengo y volteo a verlo, él hace un movimiento con su mano despidiéndose y yo guio mi mirada hacia la edificación detrás de él, notando los acelerados latidos de mi corazón que me dicen que no me vaya, que entre a esa habitación, que me quede con él. Pero tengo también a otra persona a la cual hoy le he fallado, una que no me ha dado más que alegrías.

Le dedico una pequeña sonrisa Alejandro, que sale más como una mueca, sintiendo como pequeños filos se entierran en mi piel desde el interior.

Doy vuelta, caminando hasta el auto abandonado en medio de la calle y ingresando a él, hundiendo el acelerador dando media vuelta y perdiéndome de nuevo entre el mar de árboles que mantiene un terrorífico silencio.

...

Estacione el auto, sintiendo como mi pecho comprimido hacía difícil la tarea de respirar y con mi cabeza gritándome a cada instante que diera vuelta, que regresara con él.

Baje del auto y con pasos apresurados, llegue a la entrada, abriendo la puerta con brusquedad y corriendo hacia la sala.

El lugar estaba lleno de velas que iluminaban su pequeña figura que sollozaba en los brazos de su padre.
Me acerqué en pequeños pasos, sin ni una puta idea de que se hace en estas situaciones. David la alejó de su pecho al notar mi presencia, susurrando algo en su oido y ella inmediatamente mueve su cabezita, conectando sus ojos hinchados y lleno de lágrimas en los míos.

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