Capítulo XXXVI

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Sentía mi cuerpo tiritar en el transcurso de la casa de enfrente a la mia, en realidad no sabía si era por el asqueroso frío que había o por los nervios por ver a mi progenitora

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Sentía mi cuerpo tiritar en el transcurso de la casa de enfrente a la mia, en realidad no sabía si era por el asqueroso frío que había o por los nervios por ver a mi progenitora.

Apreté más el montón de ropa contra mí.

Abrí la puerta con cuidado, lanzando una maldición al aire cuando las bisagras chillaron avisando la llegada de alguien a la morada.

Caminé a paso lento, escuchando el eco de mis propios pasos inundar la habitación. Atravesé el umbral que da la bienvenida a la sala, encontrándola allí, sentada en el sofá mientras observaba la entrada hacia el lugar, como esperando mi llegada.

Me quedé allí, observándola y ella igualmente, hasta que ella agachó la mirada.

—Desde el momento que me enteré del embarazo quise convencerme que lo crecía en mi vientre era causa del amor entre Skott y yo. Al tenerte por primera vez en mis brazos y que tú aún con unos cuantos minutos de nacida abrieras tus ojos y me miraras con esos iris rojos, supe que no era así.

Tire la ropa en el piso, me acerqué, sentándome en el mismo sofá donde estaba ella, pero a una distancia prudente mientras observaba como sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Tu-tu me sonreíste y-y yo no lo podía creer, acababas de nacer. Dios, ¿cómo podía ser eso posible?

Tomo un pañuelo a su lado, limpiando sus mocos. Yo escuchaba atentamente.

—¿Como pasó todo?—pregunte en un susurro, dudativa.

Ella me miró un momento.

—Tu pa... Skott y yo tuvimos una relación desde adolescentes, teníamos como catorce años cuando empezamos a salir. Todo parecía un cuento de hadas. Pero todo el mundo comete errores y aún más si eres joven.

»Ya iba por mi primer semestre en enfermería cuando un día a unas amigas mías se les ocurrió ir a festejar. Skott estaba de viaje y la verdad, me sentía bastante sola y aburrida. Acepté. Nos reunimos todas en la casa de una de ellas para prepararnos y nos fuimos de fiesta. Yo me sentía fascinada, para una chica que solo había ido a las fiestas de su familia o de la familia de su novio, esa era un mundo nuevo. Los primeras horas me sentia muy incómoda, pero después de unos tragos era la reina del lugar. No me cansaba de bailar, pero jamás toque a otro hombre. Hasta que llegó el.

»Estaba demasiado mareada y con unas inmensas ganas de vomitar, trataba de hablar con algunas chicas pero ellas no me prestaban atención, así que tambaleando salí hacía el exterior. Caí al suelo mientras una arcada me invadía, vomité creo que hasta lo que había comido una semana atrás. Cuando deje de vomitar fue que pude sentir como alguien había apartado mi cabello y acariciaba mi espalda. Me incorpore y allí estaba él, regalándome una linda sonrisa dulce y con su mirada que hipnotizaba a todo el mundo.

Me senté en la acera, sintiendo un inmenso dolor de cabeza. Recosté mi espalda de un auto y cerré los ojos un momento. Después de un rato los abrí, encontrándome con su mirada que aún me observaba mientras que su sonrisa no desaparecía.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora