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Estoy sentada en la mesa con mi mamá frente a mi hablando de un sin fin de cosas que la verdad en ningún momento he puesto atención, levanto la mirada al pillar su mano moverse frente a mi cara y ella observandome con el ceño fruncido

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Estoy sentada en la mesa con mi mamá frente a mi hablando de un sin fin de cosas que la verdad en ningún momento he puesto atención, levanto la mirada al pillar su mano moverse frente a mi cara y ella observandome con el ceño fruncido.

—Skate, ¿Me estás escuchando?.

—Si, claro que sí.

—Mentir es pecado hija—se levanto acercándose a mi y me da un beso en la frente—Ya me voy a trabajar. Adiós mi bebé chiquita.

—Adiós mamá—respondo arrugando la cara cuando pellizca mis cachetes.

Camina hacia la entrada y escucho el sonar de las llaves al tomarlas de la mesita, siguiéndole el portazo de la puerta principal.

Levanto el plato, llevándolo hasta el refrigerador dejandolo junto con el de la cena. Tomo la chaqueta y el gorro que había dejado en el mesón de la cocina y me los voy poniendo mientras voy caminando hacia la puerta principal. Tomo las llaves y salgo de casa, dirigiendome hasta el auto dónde una vez adentro, observo el camión de mudanza que está estacionado en la casa de al frente.

Es una casa que a pesar que tenía tantos años sola, está bien conservada. Hace una semana se corrió la noticia de que la habían comprado y desde ayer empezaron a llegar cosas, solo he podido ver a una mujer que estaba dirigiendo la mudanza.

Es delgada, alta y con el cabello rubio hasta los hombros. Una mujer bastante atractiva, la verdad.

Enciendo el motor poniendo el auto en marcha mientras el parabrisas va limpiando las gotas de lluvia que caen en el vidrio.

Recorro las calles desoladas por la presencia de la lluvia que ahora es más constante. Amdru siempre ha sido un pueblo de esos que lees en los libros de terror, dónde siempre es frío, lluvia y el sol es escaso, pero afortunadamente este no es un libro de terror, o eso creo.

Salgo del auto al llegar, corriendo hacia el establecimiento el cuál raramente se encuentra atestado de gente.

Hace poco llegó un libro bastante reconocido en el mundo literario: “El Código del Diablo”.

Las horas pasan rápidamente mientras mi mente se encuentra ocupada empacando libros y atendiendo clientes. Mis ojos ya se van cerrando solos y mi espalda pide con urgencia un descanso. Recuesto los brazos del mostrador al entregar el último libro que quedaba, soltando un suspiro y sintiendo la consecuencia de no haber desayunado.

Me sobresalto al escuchar el impacto de algo caer justo frente a mi y cuando levanto la mirada me encuentro con un señor el cual intenta ocultar nada disimuladamente su risa. Lo miro con el ceño fruncido, demostrándole mi molestia mientras el solo me observa con una sonrisa burlona.

—Disculpa, no fue mi intención asustarte.

—No lo hizo—contesto tomando los libros que el había dejado para empacarlos en sus respectivas cajas—Simplemente me sorprendió.

BranxtorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora