Si Nos Dejan 11 Y 12

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**SI NOS DEJAN**

**CATA **

**Capítulo 11. Regreso a Bogotá (primera parte)**

Armando estaba muy nervioso. Hacía casi media hora que habían anunciado la llegada del vuelo procedente de Cartagena y aún no había visto salir a su Betty. Estaba a punto de llamarla al celular cuando la vio acercarse a él con una sonrisa radiante. En dos zancadas se acercó a ella y sin mediar palabra la abrazó con fuerza y le dio un largo y apasionado beso en la boca. Cuando por fin ella se pudo separar un poco le dijo riendo:

B.: Armando, por favor, que me vas a ahogar.

A.: -Estirándola del brazo- Salgamos de aquí.

B.: -Asombrada- Pero Armando... ¿por qué tantas prisas?

A.: Porque ya no puedo más. Desde el domingo que nos despedimos en Cartagena estoy soñando con este momento.

B.: -Riendo- Pero amor, si hoy es martes...Además tengo que ir a mi casa porque avisé a mis papás que regresaba esta mañana.

A.: No, mi amor, no me hagas eso –protestó como un niño al que han castigado injustamente-. Yo he dicho en la empresa que me tomaba el día libre para pasarlo contigo, los dos junticos, y ¿ahora me dices que me vuelves a dejar botado? -Con complicidad- Por qué no llamas a tus papás y les dices que tienes que resolver unos asuntos con ... Catalina y....nos vamos un rato a ...mi apartamento...

B.: -Preocupada- Ay, mi amor, es que no me gusta mentirle a mis papás.

A.: -Con voz de súplica y tendiéndole su celular - Es sólo una mentirita pequeña, mi vida... Anda mi amor, que estos dos días se me han hecho eternos...

Betty tuvo que batallar con los reclamos de su papá que no entendía que su hija, que había estado un mes fuera trabajando para Doña Catalina, tuviera ahora que retrasar su regreso al hogar dizque para ultimar unos asuntos del reinado. A pesar de que sólo eran las 10 de la mañana le dijo a sus papás que no iría a su casa hasta el atardecer. ¡Ella sabía que su novio no la iba a dejar marchar antes!

El trayecto hasta el apartamento lo pasaron entre besos, caricias y arrumacos, cada vez más apasionados. Cuando entraron en el edificio ni siquiera escucharon el saludo del portero. Subieron presurosos al ascensor donde siguieron con los besos y caricias. Cuando entraron en el apartamento ya se habían despojado de una parte de su ropa y el resto siguió el mismo camino en pocos segundos.

La excitación de ambos era tal que Armando se sentó en una silla del comedor y la sentó a horcajadas encima de él al tiempo que la penetraba lentamente. Ella al sentirlo totalmente dentro casi gritó de placer y empezó a moverse cadenciosamente y cada vez más deprisa. Su rostro expresaba todo el placer que estaba sintiendo. Él la ayudaba a moverse sujetando su trasero con las dos manos. Verla disfrutar de ese modo lo estaba volviendo loco. Usando su fuerza la obligó a acelerar el ritmo a lo que ella accedió gustosa. Ahora los dos gemían desinhibidamente. Gotas de sudor surcaban sus rostros por el esfuerzo que estaban realizando. Estaban gozando tanto que ambos intentaban demorar el momento del clímax. Finalmente se dejaron ir al unísono en el orgasmo más intenso y placentero de toda su vida.

Hasta pasado un buen rato no fueron capaces de moverse, y cuando al fin lo consiguieron fue para literalmente “lanzarse” sobre la cama, cerrar los ojos y quedarse profundamente dormidos uno en los brazos del otro.

Cuando dos horas más tarde se despertaron volvieron a hacer el amor esta vez más lentamente. A pesar de estar agotados con el esfuerzo realizado, su deseo de estar juntos y sentirse uno superaba cualquier otra necesidad. Cuando a las siete de la tarde abandonaron el apartamento de Armando para dirigirse a casa de Betty habían hecho el amor tres veces y no habían parado de besarse y acariciarse de todas las maneras posibles.
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