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Mientras entrabamos por la puerta de la casa de Pamela, no podía dejar de torturarme con la culpa, con la fría impotencia de saber que nada de lo que haga volvería a traerla a mi lado

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Mientras entrabamos por la puerta de la casa de Pamela, no podía dejar de torturarme con la culpa, con la fría impotencia de saber que nada de lo que haga volvería a traerla a mi lado. Me sentía sumida en la desesperanza y en el dolor.
Ahora estaba sola, ya que aunque hubiera personas a mi lado, aún no estaba completamente segura de si podría confiar en ellas.

Poco había dicho Pamela del ataque, solo que cuando volvían de hacer las compras, fueron interceptadas por un grupo de lobos. Al principio, aunque ellas habían tratado de pasar desapercibidas, fingiendo desconocer que también eran humanos, mi madre se expuso para proteger a su amiga y eso le había costado la vida.
Quería creer que todo era una pesadilla , de la cual despertaría en cualquier momento, llena de angustia y terror, cómo comúnmente lo hacía. Sin embargo, era consciente de que está vez no sé podría, de que está vez era diferente y que al despertar, la pesadilla continuaría.

El velorio de mamá había sido sencillo, ya que no teníamos muchos conocidos y aunque me hubiera gustado que está vez pudiéramos utilizar su verdadero nombre, Pamela me aconsejó no hacerlo. Era demasiado peligroso, pero a mí ya nada me importaba.
¿Qué me garantizaba que no me encontrarían pronto? Si hallaron a mi madre, era cuestión de tiempo para que también dieran conmigo y si eso sucedía, seríamos enterradas con un apellido que no nos pertenecía, por lo que seríamos unas desconocidas incluso en nuestras propias tumbas.

-Sídney, voy a preparar un poco de té, ¿Quieres? -Ni siquiera alcé mi mirada, simplemente caminé hacía la ventana y me apoyé contra el frío vidrio, observando como la brisa sacudía las hojas de los árboles.

No había comido, ni bebido nada desde ayer cuando me dieron la noticia. Pero es que ahora mismo no lograba conseguir las fuerzas para pensar en mi bienestar.
Estaba de luto y solo quería llorar hasta que mis ojos se secaran.

-Gracias, pero no. - murmuré con apenas un hilo de voz.

-Sídney... - sabía lo que diría y sabía que tenía razón, pero no me encontraba con ánimo para sermones.

-No puedo.

-Tienes que dejar de sentirte culpable, no podías hacer nada.

Pero en ello se equivocaba, hubiera podido ayudarlas, hubiera podido estar allí y tratar de evitar que lastimaran a mi madre.
Aunque pensar en eso era ridículo, ya que de haber estado allí, no hubiera sido de gran ayuda. Me encontraba fuera de forma, era pésima en el combate y seguramente, de haberlas acompañado, ahora seríamos dos las personas que habrían enterrado.

-Pamela tiene razón Sídney, nadie podría haber hecho nada, ya que nadie sabía que eso pasaría. -Hernán tomó mi mano entre las suyas, pero no lograba animarme.

Saqué mi mano de entre las suyas y comencé a pasearme por la sala.
No quería que tratarán de darme palabras de aliento, ya había escuchado a muchas personas decirme que lo sentían y que todo estaría bien.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora