El silencio era lo que predominaba en el automóvil durante el camino de regreso. Ni mi primo, ni Marcela emitían sonido alguno. Sin preguntas, sin comentarios entre ellos y sin siquiera voltear a observarme ni una sola vez. De hecho, evitaban observarme incluso a través del espejo retrovisor.
Por mi parte, aunque estaba atenta a lo que sucedía a mi alrededor, tenía mi mente en lo que había sucedido en casa de Pamela.Había dejado a mi loba encargarse de la situación, había dejado que con sus garras se cobrará la sangre derramada de mi madre. Pero a pesar de ello, aún no me sentía bien.
Cuando Fernando entró y se encontró con esa situación, él no tardó en venir a mí. No le importó que mi loba se encontrará a la defensiva, no le importó que pudiera atacarlo, él solo se acercó a consolarme.Tiempo después de ello, había subido a limpiar la sangre de mi cuerpo y juntar algunas de mis cosas y las de mi madre, mientras Fernando y Marcela se encargaban del desastre en la sala.
Llevando mis ojos hacia adelante, los observe a ambos y estaba completamente convencida de que ambos, creían, seguramente, que había terminado de perder la cabeza. ¿Pero como podía culparlos? ¿Qué podía decir en mi defensa? Nada, no cuando yo misma me sentía una persona vacía, perturbada, volátil.En medio de la neblina de pensamientos atacándome, era consciente también de la cantidad de problemas en los que me encontraría al llegar a la manada.
Estaría en problemas por haberme expuesto y haber salido sin avisarle a nadie, estaría en problemas por mi irresponsabilidad y estaría en problemas, sobretodo, por no haberme dado cuenta de que Pamela podría haber servido más viva que muerta. Sin embargo, volviendo mi mente hacia atrás, aún no me podía encontrar haciendo otra cosa más que matarla.Por la ventanilla veía como en la manada todo parecía estar tranquilo, los niños corriendo, varias personas conversando y riendo, pero mientras nos acercábamos a mi hogar, veía a una figura esperándome.
La figura desprendía un aura de poder, una energía de furia, que incluso podía sentirla hasta aquí.Cuando el auto se detuvo, no tarde ni un segundo en abrir la puerta y salir. Sin embargo, mi pobre intento de entrar a la casa sin ningún enfrentamiento se vio frustrado por mi compañero, quien tomó mi brazo cuando pase por su lado.
—¿Dónde estabas? —por el tono de su voz pude deducir que él ya conocía la respuesta.
Era evidente que mientras había subido a cambiarme, ya sea Marcela o mi primo, se había encargado de llamar e informarle de mis actos.
No tenía ni siquiera que voltear a verlos para comprobar aquello.—Creo que conoces bien la respuesta a esa pregunta.
—Quiero escucharlo de tu boca. — insistió, sin soltar mi brazo.
—Tenia que ir, entiéndeme, no me sentiría tranquila hasta que hablara con Pamela.
—¿Ahora estás tranquila? Dímelo Sidney, ¿Estás tranquila ahora?
ESTÁS LEYENDO
Una segunda oportunidad
WerewolfTratar de encontrar un lugar al que llamar verdaderamente "hogar" es bastante difícil, pero cuando la tragedia vuelve a golpear su vida, a Sidney Madrigal esto y no dejarse caer, le resulta casi imposible. Mientras se encuentra repentinamente sola...