32.

938 115 6
                                    

Los tres días pasaron en un simple y rápido abrir y cerrar de ojos, un simple pestañeo trajo el día clave para todos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Los tres días pasaron en un simple y rápido abrir y cerrar de ojos, un simple pestañeo trajo el día clave para todos. Nuestros peores miedos estaban palpándose y los nervios crecían con cada segundo que pasaba.
No tuve tiempo a pensar en nada, ya que me sentía observando todo lo que sucedía desde un lugar alejado. Era como si mirara nuestra vida en la televisión, cómo si leyera lo que sucedía en las páginas de un libro o como si alguien más me lo relatara, cómo si de un cuento se tratara.

Veía a Kevin y a los demás prepararse, entrenar desde que el sol salía, hasta altas horas de la noche. Los veía esforzarse, crear y debatir muchas tácticas y estrategias, aprovechar cada minuto libre para estar con sus seres queridos, cómo si estos fueran los últimos.
De cierta manera tal vez lo eran…

Todos conocíamos los riesgos que esté enfrentamiento traería y como muchos de los que hoy marcharían, podrían no regresar.
Conocíamos al enemigo, sabíamos que eran expertos en jugar sucio y aún así, no veía a nadie echándose hacia atrás.

Está convicción y determinación solo la tenían por la confianza que su líder les entregaba.
Kevin nunca vacilaba, nunca dudaba y si lo hacía, no lo demostraba. Aún así siempre lo descubría observándome con una mirada de tristeza.

Él no podía engañarme, él estaba muy asustado en el fondo. Pero su miedo no era por la batalla, él temía que en un acto de rebeldía los siguiera y que no pudiera mantenerme segura.
Me gustaría luchar a su lado, acompañarlos y darles a esos malnacidos lo que se merecen, pero en estos días, siento una espectadora, pude ver cuan egoísta había sido.

Todos estaban preocupados por mí, Kevin, Fernando, Marcela, Hernán, Deena e incluso Simón Closkey, la última persona que creí que alguna vez se preocuparía por mi bienestar. Cada uno de ellos conocía mi impulsividad, pero está vez iba a sorprenderlos.
No estaba lista para darme por vencida, pero tampoco quería darles más preocupaciones, por lo que solo por esta vez, ellos ganarían.

Mis ojos estaban puestos en mi primo y en Marcela, quienes ya no se ocultaban y estaban envueltos en un abrazo que podría ser el último.
En realidad, muchos hacían lo mismo, se despedían de quienes amaban y por quienes estaban decididos a darlo todo.

—¿En qué piensas Sídney?

No podía, ni quería decirlo, prefería no mostrar mi vulnerabilidad, que nadie notará cómo la sangre en mis venas estaba congelada por el miedo que sentía.

—Sigo pensando y buscando algo que me permita ir con ustedes.

—Prométeme que no harás ninguna locura. — Kevin se acercó a mí, pero aún no podía alzar mi mirada y observarlo.

Me sentía tan asustada que mi propio cuerpo intentaba protegerse. Mis brazos me abrazaban a mi misma, mis piernas estaban listas para correr y mí garganta quemaba por gritar. Sin embargo, trataba de aparentar enojo, decepción por ser dejada atrás.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora