13.

1.3K 167 16
                                    

Para cuando Pamela llegó, me había ocupado, tratando de distraer mi revoltosa mente, en limpiar cada rincón de la casa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Para cuando Pamela llegó, me había ocupado, tratando de distraer mi revoltosa mente, en limpiar cada rincón de la casa. Todo se veía impecable, ordenado e higiénico. Todo, menos yo.
Estaba completamente cubierta de sudor, polvo y agua sucia. De hecho, estaba pensando en tomar una ducha, cuando el timbre sonó.

Solo necesité acercarme unos pasos para sentir ese mentolado aroma, al igual que una punzada de desconfianza.
¿Sería que Hernán no había podido guardar el secreto y había abierto su enorme bocota? Esperaba que no, pero si lo había hecho, debía considerarse hombre lobo muerto.

—Yo voy Pamela, no te preocupes. — traté de restarle importancia, pero dentro de mí, algo estaba volviéndose loco.

Caminé el resto del camino y apoyé mi mano en el picaporte, antes de dar un par de profundas respiraciones, para finalmente abrir.
Parado allí, luciendo demasiado molesto, se encontraba Kevin. Me miraba con sus ojos entrecerrados y su respiración era pesada.

—¿Sucede algo? —pregunté y quizás no debí hacerlo, ya que en su rostro se formó una mueca de ira.

—¿Crees que puedas salir un rato para que podamos hablar a solas?

—No lo creo, estoy en recuperación, ¿Lo olvidas?

Sentía, no mariposas, sino elefantes golpear con fuerza en mi abdomen. Estaba asustada, nerviosa y con una repentina sensación de estar acorralada.

—No me olvido, pero te veo demasiado bien. De hecho, te noto completamente recuperada.

Definitivamente Hernán debía considerarse hombre muerto, iba a disfrutar el torturarlo por no haber podido mantener un maldito secreto.

—Pamela, ya regreso. —dije lo suficientemente alto, como para que me escuchara, pero en ningún momento aparte mi mirada de la de Kevin.

Salí de la casa y cerré detrás de mí la puerta, no estaba dispuesta a ir muy lejos, no en las fachas en las que me encontraba.
Pero con Kevin debíamos tener está conversación, ya que si la verdad había salido a luz, ya no podría volver a ocultarla.

Comencé a seguirlo, por ese viejo camino de tierra, consciente de que su estado de ánimo no era el mejor, pero aún estaba aferrada a la creencia de que no haría nada para dañarme.
Éramos compañeros y si me acusaba de ocultarle algo, podía devolverle el cumplido, ya que era igual o más mentiroso que yo.

—¿Por qué no me lo dijiste Sidney? Me viste todo este tiempo actuar como un idiota, tratando de no decir o hacer algo que pudiera asustarte, queriendo conquistarte y tú, —se río, volteando hacia mí, de modo que quedamos nariz contra nariz. — solo debiste decirme que también eres una loba.

—¿En qué hubiera cambiado el decírtelo?

—En todo. Podría haber actuado más suelto, más yo y no tan controlado.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora