23.

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La veía sentada frente a mí, parloteando sin parar sobre cosas que habían pasado hoy en el trabajo, sin embargo no podía escuchar ni una sola palabra, ya que mi mente estaba siendo bombardeada de malos pensamientos y diferentes formas de lograr ha...

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La veía sentada frente a mí, parloteando sin parar sobre cosas que habían pasado hoy en el trabajo, sin embargo no podía escuchar ni una sola palabra, ya que mi mente estaba siendo bombardeada de malos pensamientos y diferentes formas de lograr hacerla confesarlo todo.
Era como si ahora, por fin, pudiera observar su verdadero ser, su verdadera identidad.

Estaba completamente segura, o tal vez un noventa y dos por ciento, de que ella nos había traído aquí para que la ayudarlos, a ella y a los desgraciados de los rebeldes.
Es que era obvio, no tengo idea de cómo no me di cuenta antes, ella conocía cada movimiento de los Closkey, ella leía cada una de las palabras  que mi madre escribía en las cartas que escribía a sus hermanas, cartas que ella nunca entrego.

¡Diosa, ella sabía que estaban buscándonos y se aprovechó de ello! ¿Cómo alguien puede ser tan retorcido?
Quería callar todos esos pensamientos, porque todos me llevaban a la conclusión de que mi madre pudo descubrir algo y Pamela no dudo en llevarla a una muerte segura. Porque aunque ella no la hubiera asesinado, ya que claramente su muerte se debió a un ataque, si la entrego. Ella se las entregó a los lobos.

Pero eso no era todo, ella también me había entregado a mí. Fue por ello que los lobos supieron el momento en el que debían secuestrarme, justo cuando con Kevin comenzamos una relación formal. Lo peor de todo es que la culpa caía toda sobre mí, ya que fui quien confío en ella y le conté todo, me abrí y solté todo lo que sentía, lo que pasaba, incluso mis jodidos miedos.
Aún no me explico cómo pude ser tan idiota para no verlo antes.

—Sidney, ¿Estás bien? Te noto algo callada. —al parecer pamela se dio cuenta de que aunque estaba aquí, mi atención estaba muy lejos.

Clavé mi mirada en ella, mordiéndome la lengua para no decirle todo lo que quemaba en mi, ya que de hacerlo, ella podría inventar alguna pobre excusa.
Pruebas, necesitaba pruebas. Está vez debía ser más inteligente que ella y pensar bien las cosas.

—Estoy bien, solo, — llevé mis manos a mi frente, antes de frotar con mis pulgares mi cien. — solo un poco abrumada, aún no logro creer todo lo que ha pasado.

—Han sido muchas cosas en muy poco tiempo. —resistí las ganas de quitar mi mano, cuando ella la tomó.

—Demasiadas.

—Pero aún así no comprendo, porque cuando me fui en la mañana estabas diferente, ahora te siento muy distante.

Claro que estaba distante, ahora tenía frente a mí un panorama completo.
Mientras asentía, me dije a mí misma que debía calmarme y aprovechar esto. Este era mi momento para comprobar mi teoría.

—Tal vez tienes razón. — desvíe mi mirada y cerré mis ojos, antes de suspirar. —Hoy vino Kevin…

—¿Qué? ¿Y abriste la puerta? ¿Hablaste con él Sidney?

—Claro que lo hice, ¿Qué otra cosa podía hacer? Él estaba golpeando, consciente gracias a mi olor, de que me encontraba aquí. No soy una persona cobarde y no he hecho nada por lo que debería esconderme.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora