25.

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Mientras trataba de hacerme a la idea de que mi nuevo hogar se encontraba en la manada y de que probablemente me encontraría con Simón Closkey en más de una ocasión, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido

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Mientras trataba de hacerme a la idea de que mi nuevo hogar se encontraba en la manada y de que probablemente me encontraría con Simón Closkey en más de una ocasión, no podía dejar de pensar en todo lo que había sucedido.
Habíamos logrado salir ilesos por un milagro, ya que de no haber llegado los miembros de la manada a nuestro rescate, ahora deberían estar reconociendo nuestros restos. Bueno, eso si es que quedaba alguno.

En la casa se encontraban Fernando, Kevin, Deena y Hernán, quienes se habían ofrecido a ayudarme a limpiar la casa y se negaron a aceptar un no por respuesta.
La verdad es que tenerlos aquí me ayudaba a sobrellevar todos los sentimientos que tenía dentro. Los nervios, por volver aquí, todos los recuerdos, tanto buenos como malos golpeándome sin piedad, el enojo y decepción que sentía por Pamela y la necesidad de vengarme, que tal vez era el sentimiento que predominaba sobre los demás.

Los observaba ir y venir, cargando bolsas con basura que se había acumulado durante estos años, tratando de regresarle la vida a una casa, la cual yo sabía que nunca recuperaría su esencia.
Debería ayudarlos y no dejarlos cargar con todo el trabajo, pero por más que me alentaba a mí misma a levantarme de esta silla, mi cuerpo no me respondía. Solo podía quedarme aquí como una estatua, vigilando su trabajo.

—Ya verás como este lugar quedará precioso, solo necesita pintura nueva, muebles nuevos y luces que le den un aire menos sombrío. Sabes, pensándolo mejor, tal vez deberías quedarte en casa hasta que hagamos todas las reparaciones. — Deena no perdía su personalidad impulsiva y aunque muchas veces sus ofrecimientos eran bien recibidos, está no era la ocasión.

—¿Por qué debería quedarse contigo? — preguntó Fernando, ganándome la palabra. —En todo caso debería venir a casa, allí estaremos los miembros de su familia.

Yo no estaba considerando irme a la casa de ninguno y aunque este lugar se viera oscuro y frío, como una cueva terrorífica, iba a quedarme aquí.

—Ninguno de ustedes está en lo correcto. ¿No creen que el mejor lugar para ella es junto a su compañero?

Cuatro pares de ojos, incluidos los míos, se clavaron en Hernán, confundidos por lo que acababa de decir. Prefería entregarme a los rebeldes, que vivir bajo el mismo techo que el padre de Kevin.

—No. —me puse de pie y caminé hacia todos. —No pienso irme de aquí, este es mi hogar. Sé que puede parecerles un lugar desagradable, pero es mío y seré quien viva aquí. Les agradezco sus invitaciones, pero Deena, no puedo ir a tu casa, no es correcto, tampoco iré contigo Fernando, puede que sean mi familia, pero aún no me siento muy cómoda y sobretodo, no puedo ir con Kevin y creo que no necesito decir las razones.

Nadie dijo nada, ya que eso estaba más que claro y todos aquí conocían mis diferencias con el alfa. Era una situación irreparable, aún cuando el destino insistía en unirnos.
Pude ver qué Kevin estaba listo para decir algo, pero sus palabras murieron en sus labios, ya que dos golpes resonaron en la vieja madera de la puerta.

Una segunda oportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora