❝ Ven a mi casa, vamos a morir juntos.
Nuestra amistad es algo que debería durar para siempre. ❝
Detención los unió, más un muñeco maligno los obligó a aliarse.
Buffy Sloane y Junior Wheeler tienen vidas completamente diferentes, lo único que los vu...
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—Esto ni es culpa mía, así que por favor, no me traten como cerdo para el matadero—susurré mientras reposaba mi barbilla sobre el frío asiento de madera.
Era evidente que los maestros no prestaban la menor atención a mi persona, como si solo se preocuparan por los alumnos cuyos padres pertenecieran a una clase social más alta. Mi familia, de clase media, no tenía mucho que ofrecer a esta prestigiosa institución, lo cual me hacía sentir como una intrusa en ese silencioso y gélido rincón.
La otra presencia en la sala era Junior Wheeler, un joven adinerado al que apenas conocía de vista. Hasta ahora, había evitado formarme una opinión sobre él basada únicamente en su riqueza, pero en ese momento, mi percepción empezaba a cambiar, y no precisamente a su favor.
—No entiendo por qué me tienen detenido aquí, ni siquiera sé por qué estoy aquí —protestó Junior, cuyos padres eran conocidos millonarios.
Hasta ese momento, nunca había tenido la oportunidad de conocerlo, y había evitado juzgarlo solo por su fortuna, pero mi percepción se estaba modificando rápidamente, y no precisamente de una forma positive.
—En teoría, no estás detenido. Puedes marcharte cuando quieras, la puerta está justo ahí —señalé con mi dedo meñique sin necesidad de levantar la vista.
Efectivamente, él tenía razón: tenía la libertad de marcharse en cualquier momento sin que nadie le impidiera hacerlo. En mi caso, abandonar la sala sin autorización se habría convertido en una confrontación diplomática con la directora.
A pesar de su bufido de desaprobación, Junior no se molestó en entablar una conversación conmigo, lo que no me importaba en absoluto.
El tiempo parecía avanzar lentamente, y yo ansiaba la distracción de ver videos en mi teléfono móvil, aunque lamentablemente había olvidado mis auriculares.
Qué mala suerte, parecía que todo me salía mal.
Mientras observaba detenidamente a Junior, que mantenía su frente pegada al asiento frente a él mientras enviaba mensajes desde su costoso dispositivo, no podía evitar sentir envidia de su capacidad para comunicarse con amigos y matar el tiempo.
Repentinamente, la pantalla de su costoso celular se apagó, indicando que se había quedado sin batería.
