ᝰ Tocada, las traes

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—¿Junior?—habló una mujer que aparentaba apenas unos 30 años, junto a ella iba un hombre de aspecto cansado, mi padre

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—¿Junior?—habló una mujer que aparentaba apenas unos 30 años, junto a ella iba un hombre de aspecto cansado, mi padre.

—Oh Dios mío, ¿se encuentran bien?—preguntó hincándose frente a su hijo.

Antes de que llegaran desprendimos el agarre de nuestras manos, se sentía raro no sentir su calor corporal dándome calma.

La plática entre madre e hijo se volvió indiferente para mí cuando me encontré con los ojos fríos de mi padre.

—Vámonos—fue lo primero y único que me dijo, así que no objete.

Sabía lo que me esperaba, pero aun así fui valiente y me levante de ahí. Mis piernas me temblaban tal pollo para el matadero, no quería nuevos adornos en mi piel.

A la mitad del pasillo sentí una mirada, los ojos de Junior no pudieron despegarse de mi caminar, así que antes de que saliera por la puerta me habló.

—Buffy—su voz sonó fuerte y clara, por lo que rápidamente giré en su dirección y alce ambos pulgares hacia arriba.

La tensión entre mi padre y yo era obvia, tal cosa como >>las madres son las mediadoras<< no aplicaba en mi vida, según ella necesitaba de una mano firme que me enderezara. No lo hizo, solo me cohibió.

Al salir del instituto el aire fresco del invierno me cubrió, gracias a ello tuve que erguir mi postura hasta que llegamos al Honda de mis padres.

Una vez adentro ni mi madre o padre dijeron nada, nunca me reprendían con un público.

No, mi infierno se desataba en casa.

Me quede mirando por la ventana a Junior y a su familia salir, a pesar de tener una madre amorosa lidiaba con un peso encima de sus hombros. Lo sabía porque Junior Wheeler ponía la misma expresión vacía ante su figura paterna.

Que mala suerte tenemos.

Durante el camino al infierno, digo, casa, intenté olvidar la terrible postura en la que encontramos a Flemming. Conocía mucho a su persona, me dolía imaginar que no tendría más tortuosas clases de educación física con él, pues a pesar de ser un dolor en el trasero era buena gente.

El Honda fue estacionado frente a mi casa, en otros tiempos si mis padres nunca se hubieran separado el porche sería utilizado para lo que era, un compartimento guarda carros, no como un contenedor de basura del divorcio.

—Bájate—pidió mi padre con autoridad, iba soltando humo por la nariz, estaba furioso.

De por sí ya habíamos sido chisme en Hackensack, ahora las noticias volarían entre las hipócritas amigas de mi madre y el trabajo de mi padre. No teníamos buena reputación, más mis progenitores movieron mar y tierra para restaurarla.

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