El crepitar del fuego llenó la cabaña y Alemania se levantó a regañadientes y bajó las escaleras. La mesa de la cocina estaba llena de verduras frescas y otros ingredientes mientras Reich simplemente tomó la sartén del gancho de la pared.
-¿Podrías cortar las cebollas? -Ordenó señalando las cebollas ya peladas que estaban junto a un cuchillo en la encimera.
Tarareando silenciosamente, se puso a trabajar mientras Reich cortaba algunas otras verduras y precalentaban un poco de aceite en la sartén.
Al terminar su tarea, Alemania dejó que las cebollas se deslizarán con cuidado al sartén, haciéndolas chisporrotear en el aceite. Se secó los ojos todavía llorosos y parpadeó rápidamente para que se detuvieran y a continuación, cortó el pimentón.
Trabajaron en silencio, solo se oían los sonidos de chisporroteos y las llamas hambrientas de la chimenea que calentaban toda la cabaña. Era su tradición cocinar juntos después de haber estado en la ciudad. Las verduras frescas no siempre estaban disponibles, especialmente durante el invierno porque no eran duraderas. Aún asi una cena ligera era la manera perfecta de terminar el día.
Pronto, el encantador aroma de las especias llenó la cocina y Reich le tendió una cuchara al menor para que probara su comida. Gimió al probar el rico sabor y levantó el pulgar confirmando que estaba en el punto perfecto.
Alemania puso la mesa y llenó dos vasos de agua. El incidente con la camioneta negra casi fue olvidado, aunque el miedo todavía estaba en algún lugar de su mente y no podía dejar de preguntarse quiénes eran los hombres. Solo esperaba que no se volvieran a encontrar con ellos.
Reich colocó la cacerola en el medio de la mesa y Alemania se sentó frente a él. Llenó los platos de ambos y Alemania se puso a comer felizmente. La comida estaba deliciosa y después de ese día bastante ajetreado estaba bien
-¿Lleno! -Pregunto el mayor con una risa tranquila cuando Alemania se reclinó en su cilla y se frotó el estómago. Él gimió y asintió con la cabeza, ya lamentando haber comido en exceso.
Llenaron las sobras en un recipiente para comerlas en algún momento de los días siguientes antes de limpiar los platos y cubiertos en el fregadero.
-Parece que viene una tormenta -comento Reich, mirando por la ventana de la cocina mientras se secaba las manos con una toalla.
Alemania también se asomó al exterior y tuvo que admitir que el mayor tenía razón. Aunque ya estaba completamente oscuro, pudo ver nubes grises colgando sobre las copas de los árboles y en la distancia un rayo iluminaba el cielo tormentoso. Segundos después, un trueno retumbó en el cielo.
-Probablemente -murmuró perdido en sus pensamientos. Ordenó la cocina después de poner el último plato en su lugar y luego se unió a Reich frente a la chimenea. El calor se filtró en su cuerpo y perezosamente se acurrucó en el sillón.
El viento en el exterior se estaba comenzando a levantar y podía oírlo susurrar a través de los árboles. De hechi, se acercaba la primera tormenta de esta temporada y sintió una extrala satisfacción al saber que esos hombres probablemente dormían en tiendas de campaña y no en una comoda cabaña como la suya. Se lo merecían después de haberse comportado como idiotas y con suerte sus tiendas serían destruidas, o al menos eso deseaba.
Se acurrucó más en su almohada y observó cansado las llamas consumir loa troncos de madera.
-¿Alguna vez pensaste en dejar el bosque y vivir en la ciudad? -le preguntó al contrario y él tan solo tarareó pensativo.
-Sí -respondió finalmente- Sería mucho más comodo, supongo.
-¿Y por qué no lo hiciste? -hizo otra pregunta y el otro solo se encogió de hombros.