Las miradas que recibia de Russia desde todas las direcciones estaban volviendo loco al alemán. Se quedó pegado al lado del ruso y constantemente acariciaba con su rostro el hueco de su cuello y Russia estaba bastante confundido por eso, pero obedecía y besaba a Alemania cada vez.
Quería desesperadamente hacer algo más que unos pocos besos y un brazo alrededor de su cintura. Quería más que perderse en este estado de absoluta felicidad cuando Russia lo complacía hasta que se corriera, temblando bajo su ardiente mirada. El quería todo hasta que sus aromas se mezclaran por la eternidad o al menos hasta que encontraran el siguiente lugar apartado. Un rincón oscuro o un callejón.
Se preguntó si era socialmente aceptable trepar a su alfa como un árbol y envolverse alrededor de él para repeler los ojos curiosos.
Ningúno de sus hermanos notaron nada, estaban demasiados absortos en sus propios asuntos amorosos con sus parejas. Y su mirada se detuvo en el chico rubio de antes que se encontraba apegado a su pareja. Incluso se quitó la chaqueta para asegurarse de que el frío no molestara a su amada. Probablemente tendría un resfriado o algun dolor en la garganta, pero no parecía importarle en lo más mínimo. Fue dulce.
Alemania esperaba y rezaba para que México encontrará a alguien con genes aún más compatibles que le permitiera olvidarse del chico de ojos azules. Aunque esos ojos azules eran bastantes llamativos y difíciles de olvidar.
Si bien México era un adulto que no necesitaba tener miedo de la mayoría de las cosas, eligió el vuelo en lugar de la opción de lucha. Alemania lo vio desaparecer por una brumosa calle, con las manos metidas en los bolsillos y, obviamente, caminando a casa, tal vez para recuperar la sobriedad, en lugar de pedirle a alguien que lo llevara.
Alemania se humedeció los labios, que se sentían secos y agrietados por el frío.
-¿Tienes hambre? -preguntó Russia e inclinó la cabeza para mordisquear la línea de la mandibula de Alemania. El alemán dio un gemidó bajo y se acercó más a su compañero, quien se rió entre dientes de satisfacción.
-La verdad es que si -admitió y Russia miró alrededor en las cabinas para averiguar qué había para comer.
-¿Qué tal un guiso de calabaza? -preguntó despues de un momento, mirando inquisitivamente a Alemania.
-Suena bien -respondió el alemán y se dejó llevar por el ruso. Se abrieron paso entre la multitud y esperaron en fila para recibir la comida que les servía una anciana mientras su marido recogía el dinero.
-Ustedes, muchachos, necesitan comer más para mantenerse fuertes -comentó con descaro y le entregó los dos platos humeantes a Alemania, quien los tomó con precaución para evitar quemarse los dedos. Él le sonrió y siguió a Russia hasta una mesa libre a unos pasos de la entrada.
Alemania sumergió la cuchara en el líquido y lo probo un poco después de soplarlo para enfriarlo. También probó la calabaza y las zanahorias junto con el tocino y las cebollas.
Russia estaba soplando su propia comisa y miró hacia arriba despues de su primer bocado para asegurarse de que Alemania estaba satisfecho con la comida.
-Esto es realmente bueno -murmuró alrededor de un trozo de tocino y Russia le sonrió cálidamente, uniendo sus manos sobre la mesa.
Comieron principalmente en silencio mientras veían pasar a la gente. Los niños corrían, persiguiéndose unos a otros. Algunas personas asintieron al ruso a modo de saludo o se detuvieron para saludar. Tenía comida deliciosa y tenían que estar ciegos si no los veían tomados de la mano.
-¿Qué es Halloween? -preguntó el alemán después de haberlo escuchado un millón de veces de aquellos niños. Había un débil recuerdo en el fondo de su mente y estaba seguro de que había sido mencionado en una de sus novelas, pero en serio no tenía ni idea.
-¿No te disfrazaste y pediste dulces en el vecindario cuando eras un niño?
-No creo que las ardillas hayan tenido dulces y no compartían de todos modos -dijo Alemania inexpresivo y Russia se rió ante eso.
-En Halloween los niños se disfrazan de criaturas aterradoras como brujas o fantasmas y van por el vecindario a pedir dulces. Te piden "Dulce o truco" y si no les das dulces probablemente envolverán tu auto con papel higiénico -explicó Russia- En el pasado, la gente creía que en esa noche el velo entre la tierra y el reino de los muertos era especialmente delgado y para apaciguar a las criaturas que deambulaban por la noche colocaban dulces frente a sus casas.
-Eso es un poco espeluznante -dijo Alemania y reprimió un escalofrío. Se aseguraría de no salir en Halloween.
-Es sólo una superstición -Russia lo calmó terminando de comer.
Alemania resopló y terminó su propia comida, saboreando los últimos bocados de calabaza. El guiso pareció calentarlo por dentro aunque se oscureció cada vez más y la temperatura bajó.
-Se los llevaré de vuelta -le informó Russia y tomó los platos vacios para llevárselos a la anciana.
A lo lejos vio al británico junto con su esposa y sus hijos, uno mayor y dos pequeños entre la multitud y rápidamente agachó la cabeza para evitar ser descubierto. Russia regresó y se sento a su lado nuevamente.
-¿Crees que todavía me estén buscando? -preguntó el alemán con cuidado y miró al hombre británico que se reía de algo que habían dicho sus hijos pequeños. Desde la distancia parecían muy normales.
Russia asintió con tristeza y pasó una mano tranquilizadora por el cabello del alemán- No te preocupes, no te atraparán.
-Lamento haber causado tantos problemas -susurró cabizbajo-
-Actuaste por instinto, eso no es nada de lo que tengas que arrepentirte. Esa criatura fue estúpida -declaró Russia con un indiferente encogimiento de hombros y Alemania se rió en voz baja. No, el conejo realmente había sido inteligente.
-Si no lo hubieras cazado, no te habría conocido -añadió el ruso con una sonrisa- Mi pequeño alborotador.
-No soy pequeño -se quejó Alemania y miró al ruso cuya sonrisa sólo se ensancho.
-Sigue diciéndotelo tú mismo, gatito -bromeó y le hizo cosquillas en el costado del alemán, quien se estremeció ante la sensación, pero también se apresuró a atacar al mayor.