Alemania pasó días en esa casa. Días donde solo miraba las paredes, el techo y las ventanas.
Cada vez que se acercaba a la puerta principal, Bielorrusia aparecía mágicamente y le indicaba que hiciera alguna tarea estúpida. Estaba dispuesto a ayudar durante su tiempo en ese lugar, pero también quería respirar aire fresco de vez en cuando. Ya había olvidado como se sentía el suelo del bosque bajo sus patas y estaba cada vez más inquieto.
Una noche, después de haber comido pan por primera vez, se sintió mareado y se levantó para ir al baño de la planta baja porque de todos modos no podía dormir. Así que después de orinar, lavarse las manos y beber un poco de agua directamente del grifo, un hábito que Bielorrusia miro con disgusto, salió del baño y regresó arrastrando los pies a la sala de estar.
Algo se sintió mal y se detuvo a la mitad del pasillo. Fue entonces cuando la vio, Bielorrusia permaneció inmóvil en lo alto de las escaleras mientras lo miraba fijamente.
Un escalofrió le recorrió la espalda.
Ella no dijo nada y después de estar algunos momentos en un silencio incómodo, él huyó de regreso al sofá y se escondió debajo de la manta, su corazón latía con fuerza en su pecho. Un chirrido apenas audible de aquel suelo de madera le dijo que ella también se había vuelto a la cama.
A la mañana siguiente, ella no se comportó de manera extraña y él no menciono el encuentro nocturno para no volver a la misma situación incomoda y silenciosa de antes.
En cambio con kazajistán él le habia dado amablemente la ropa que pidió y de algúna forma su amabilidad lograba traerle recuerdos muy familiares de su pasado.
Aveces se preguntaba si debería estar allí. Esa casa puede parecer hogareña, pero no era el lugar adecuado para él.
Realmente trató de distraerse. Ayudaba a Bielorrusia en la cocina e inclusó recorrió toda la casa con un plumero, quitando el polvo. Le pregunto a kazajistán sobre la manada y los otros osos que tambien eran sus hermanos. Era poco común el ver a una manada entera de osos juntos y mucho menos que estos fueran una familia completa. Vivir con kazajistán y Bielorrusia ya lo volvía loco y no quería imaginar cómo se sentiria con diez personas más.
La tensión entre él y Bielorrusia crecía cada día y trato de evitarla con la mayor frecuencia posible. Estaba frustrado y gruñón la mayor parte del tiempo y le picaba la piel con deseos de salir a la superficie.
Sin embargo, su anfritrión parecía estar decidido a hacer que se quedara adentró el mayor tiempo posible. No sabía si ella actuó por orden de Russia, pero el solo pensar el nombre del ruso aúmento aún más su mal humor.
Era un infierno.
-No puedo soportarlo más -proclamó durante la cena. La lasaña en su plato, parecía tan atractiva y deliciosa a su vista aunque la empujaba hacía adelante y hacía atrás con el tenedor sin darle aunque sea un bocado.
La casa se sentía tan clautrofóbica como la habitación gris del sótano y sus músculos estaban increíblemente rígidos por la falta de movimiento.
-Pensé que te hiba mejor con los carbohidratos -preguntó ella a pesar de saber exactamente a qué se refería.
Tuvo que reprimir el impulso de estrangularla. Afortunadamente, kazajistán estaba ocupado en el trabajo y volvería a casa más tarde. Tiempo suficiente para eliminar la evidencia.
-Me siento como un prisionero -comentó y apuñaló enojado la lasaña- Me estoy asfixiando aquí y quiero pelarme la piel para aliviar la constante picazón.
-Alemanía, cariño-
-No me llames así -interrumpío y ella asintió con los labios apretados en una linea apretada.
-Alemania, lo siento, pero no hay nada que pueda hacer. La ciudad se está volviendo loca debido a un puma salvaje; estarías en constante peligro.
-Puedo cuidarme solo -respondió firmemente y ella suspiró exhausta.
-No quiero que te lastimen -le sonrio maternalmente y con solo esa expresión logro darle arcadas al alemán.
-¿Por qué? ¡No tengo nada que ver contigo! -espetó él furioso, sintiendo una enfermiza sensación de satisfacción cuando ella retrocedió.
-Eres alguien que necesita ayuda y yo te la daré.
-No necesito ayuda -refunfuño sin tener el humor de seguir la conversación. Estaba harto de su actitud excesivamente cariñosa y sin saber si ella también tenía otras intenciones además de mirarlo a cada momentó.
-Nuestro padre nos invito a comer en su casa mañana en la noche. Puedes venir, no le importará -ofreció Bielorrusia-
-Suena increíble -respondió con sarcasmo. No quería su maldita lástima.
-¿Quieres o no? Es tu elección.
-...ire -asintió a regañadientes.
Estar solo en la casa habría sido una oportunidad maravillosa para huir, pero no confíaba en que ella no lo encerraría o lo drogaría. Sí hiba a esa estúpida cena, al menos podría respirar aire fresco.
-Блестяще! ( ¡Genial! ) -comentó ella sonriendo y él dejo caer el tenedor en su plato. Ella lograba irritarlo muchísimo.
-Perdí el apetito -murmuró antes de huir de la cocina.
Se dejó caer en el sofá e hizo lo que había estado haciendo todo el día: mirar por la ventana. Por supuesto,no sucedió nada emocionante: el apareamiento de dos gatos domésticos ciertamente no fue emocionante. Sin embargo, le relajaba un poco el ver los árboles balancearse con la brisa. Quería sentir la brisa acariciando su pelaje y oler los exóticos aromas que siempre habia en su alrededor.
Le haría sentirse vivo de nuevo.
Bielorrusia lavó los platos, a juzgar por el traqueteo procedente de la cocina, y un pensamiento inquietante se manifestó en su mente. No estaría él, ¿verdad?
Alemania se mordió el labio, indeciso si encontrar una respuesta a su pregunta. Su curiosidad ganó al final y se coló de nuevo en la cocina.
-¿Estará allí?
Bielorrusia dejó caer sorprendida la cuchara que estaba a punto de poner en el lavavajillas.
-Dios, no me asustes así -lo regañó a medias con una mano presionada contra pecho.
-¿Estará allí? -repitió con impaciencia.
-¿Quién estará dónde?
-En la cena, ¿estará Russia?
-Creo que sí, no se negó -respondió ella y se encogió se hombros después de levantar la cuchara.
Alemania gruñó otra vez molesto y se retiró a la sala de estar.
Trató de imaginarse a Russia sentado en una mesa y conversando cortésmente con los otros invitados, pero fue imposible. O se lo imaginó sentado en una esquina y tapándose la cara mientras meditaba en silencio o todos se sentaron en un tenso silencio y trataron de no mirae en su dirección. El ruso no parecía del tipo social.
Al final, sería extremadamente incómodo para él, sin importar lo que sucediera.
¿Debería rechazar la oferta de Bielorrusia? Sería la salida más fácil, pero también incluiría quedarse aquí y mirar las paredes un poco más. ¡Maldita sea, realmente quería salir de esa casa!
Después de un tiempo analizando y pensando muchas cosas, tomó una decisión. Russia podría irse a la mierda si no quería que Alemania estuviera allí.