Cuando llegaron al frente de la fila en la concurrida panadería, se miraron en silencio, esperando que el otro eligiera para obtener todo lo que quisiera. Una vez más, existía esa intensa necesidad de cuidar, de asegurarse de que todo fuera lo mejor posible.
Quizás fue puro instinto, atracción animal o incluso amor. Amor que era tan impredecible, tan ilimitado, no contable y no medible con ninguna unidad de medida en este mundo. Amor del que aún no era conscientes, que inconscientemente los hacía comportarse como tontos solo para agradarse mutuamente y eso era tan obvio para las personas que los rodeaban. En el fondo lo sabían, sabían que no volvería a haber nadie más y que ahora sus destinos estaban entrelazados. Y no dudarían en morir por el otro.
De alguna manera, consiguieron ordenar su desayuno después de estar batallando por los gustos de ambos. El vendedor bastante confundido deslizó los bollos y los pasteles pedidos en bolsas de papel y Alemania los tomó agradeciendole en el proceso.
Nadie en la panadería dudaban de que eran pareja después del espectáculo de tocarse constantemente y frotarse entre ellos. Algunos fruncieron el ceño, otros se sorprendieron y otros simplemente estaban de acuerdo porque de eso se trataba el amor; no tener suficiente el uno del otro y necesitar una conexión física sin importar dónde o cuándo. Y, ante todo, no importa con quien. No existía juicio en lo que respecta el amor.
El amor era más infinito que el universo y había más tipos diferentes de extrellas que cubrían el cielo nocturno. Podrías mirarlos toda tu vida y aún así descubrirías uno que no hayas visto antes.
Alemania se sentía así, como si no existieran límites para él y hubiera un sin fin de posibilidades para él.
Al llegar a casa abandonaron momentáneamente la comida para darse una ducha. Russia atrajo a Alemania en dirección a la ducha con una excusa tonta sobre ahorrar agua por el bien del planeta y el alemán se rió de eso, pero se apresuró a cerrar las puertas de vidrio detrás de él.
El agua caliente cayendo sobre sus músculos adoloridos lo distrajeron por un momento, sin embargo, cuando abrió los ojos y vio a Russia mirándolo, un sonrojo feroz subió a su rostro y de repente se sintió muy cohibido. No sabía si su cuerpo era satisfactorio o si era demasiado delgado o demasiado flaco o demasiado...
-Eres hermoso -exhaló Russia, aparentemente fascinado por el cuerpo del alemán.
Alemania se sonrojó aún más y quiso cubrirse, algo muy difícil mientras estaba de pie en la ducha, desnudo, pero Russia evitó que sus manos ocultaran su cuerpo.
Suavemente pasó sus dedos por los brazos de Alemania mientras lo besaba lentamente.
-Tan hermoso -repitió mientras deslizaba su boca hacia el cuello de Alemania, quien fácilmente inclinó la cabeza hacía atrás mientras suspiraba sin aliento.
- N-no -tartamudeó avergonzado cuando el otro se aventuró más abajo y lamió su pezón, haciendo que una descarga electrica caliente lo atravesara. El ruso simplemente se rió entre dientes antes de succionar la protuberancia sensible en su boca y Alemania jadeó con fuerza ante la sensación alucinante.
Alemania de repente comenzó a sentirse incómodo por la nueva sensación y golpeó suavemente los hombros del ruso para hacerle entender su situación. Rusia entendió su mensaje así que decidió dejarlo ahí para no querer seguir incomodando a su pequeño alemán. Luego de aprovechar el agua y ducharse juntos, Russia decidió envolver a Alemania con una toalla mullida para después llevarlo a la cama para que él tambien pudiera secarse.
-Russia...-gruñó Alemania, aturdido, y se frotó la mejilla contra la toalla que olía ligeramente a su alfa.
Tan pronto como el ruso pasó los dedos por el cabello mojado de Alemania, se relajó con un suspiro y se acercó más. Russia tarareaba contento y jugaba con los mechones ligeramente rizados en la parte posterior de su cuello.
Con un dedo debajo de la barbilla de Alemania, inclinó la cabeza hacia arriba y se inclinó para besarlo fugazmente. Luego lo estudió durante mucho tiempo antes de que una sonrisa afectuosa iluminara su hermoso rostro.
-Realmente me gustas -confesó y Alemania le sonrió tontamente, su cerebro aún no lo ayudaba. Así que en lugar de intentar formar palabras, volvió a besarlo. Los dedos de sus pies se curvaron y su garganta se atascó por la emoción mientras sus labios bailaban con una melodía silenciosa.
El beso fue lento y significativo y expresó lo que nadie se atrevió a pronunciar, temiendo que fuera demasiado pronto, demasiado apresurado. Pero estaba bien porque esto todavía era solo el comienzo. De qué, no estaban seguros, aunque sabían que vendrían mucho más por ellos. Y no podían esperar para averiguarlo.
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