Alemania se despertó antes del amanecer. Tenía un sabor dulce y pegajoso en la boca y se sentía como si su lengua estuviera pegada a su paladar.
Aturdido, se incorporó hasta sentarse y bostezó. Una sonrisa se dibujó en su rostro cuando recordo todo lo que habia sucedido ayer. El viaje a la ciudad, los libros nuevos, aquel nipón, el asar unos malvadiscos con Reich.
A pesar de no tener amigos, un trabajo decente o algún tipo de educación compleja, estaba feliz. Porque este momento se sintió absolutamente perfecto.
La lluvia había cesado pero el cielo seguía sombrío y el bosque se encontraba lleno de niebla blanca y transparente. Arrugó la nariz y abrió la ventana, no obstante, dejaría entrar un poco de aire fresco. Temblando un poco, volvió a meterse debajo de la manta.
La cabaña estaba en silencio y no podía distinguie ningún olor a comida, por lo que supuso que Reich todavía estaba dormido o al menos lo estaría. Quizás ahora era la oportunidad de probar ese mítico Latte Macchiato. Sabía que Reich tenía una lata de café en algún lugar de la cocina y que habían comprado leche ayer, así qje era prácticamente posible de hacerlo. Por otra parte, no tenía ni idea de como hacer esa bebida sin preguntarle al mayor.
Alemania se mordió el labio inferior. Tal vez podría encontrarse con el nipón e ir a esa panadería. Pero Reich nunca lo permitiría. ¿Estaba celoso? ¿Celoso de que haya hecho un amigo? El pensamiento le dejo un sabor amargo en la boca. ¿No estaba Reich feliz por él?
Suspiró profundamente derrotado. Tenía muchas ganas de hacer cosas nuevas y hablar con Japón sería algo que nunca había hecho antes, no hasta ese punto. ¿Y por qué Reich lo prohibiría? ¡Ni siquiera era peligroso de ninguna manera!
Con su mente distraída, Alemania se deslizó de la cama y metió algo de ropa en su mochila. Con cautela, bajó las escaleras y se detuvo a escuchar cualquier signo de que Reich estuviera despierto, pero no se escuchó nada, Garabateó una nota para el mayoe, diciendo que iría a dar un paseó por el bosque, luego de dejar la nota abrió la puerta principal. Una ráfaga de aire fresco lo hizo temblar y rápidamente salió afuera, se quitó la ropa con la que había dormido y la dejó justo dentro de la pierta antes de cerrarla por completo.
Se concentró en su respiración, en la forma en que todo su cuerpo se expandía con cada toma de aire y se desinflaba por igual mientras dejaba que saliera rápidamente. Lentamente, sus músculos comenzaron a transformarae bajo su piel, lo que obligó a sus huesos a reorganizarse para adaptarse al cambio.
Alemania cayó sobre sus patas delanteras, jadeando pesadamente y balanceándose. No pasó mucho tiempo para recuperar el control de su nuevo cuerpo y tomó la mochila con las mandíbulas y se dirigió al bosque. Los árboles pasaban a toda velocidad, sus patas evitaban sin esfuerzo los palos y las hojas que podían crujir bajo su peso. Aunque no estaba de caza, no quería asustat a todos los animales de los alrededores.
Dejó que sus instintos lo guiaran, su forma ágil se deslizó fácilmente por la ladera de la montaña. Era emocionante y podía sentir la fuerza infinita vibrando a través de sus músculos. Sus oídos captaron muchos más sonidos y sus ojos constantemente giraban sobre su entorno, buscando peligros y buscando aventuras.
Era literalmente salvaje, libre y verdaderamente feliz.
Alemania llegó demasiado pronto a la ciudad y decidió rodearla para encontrar un buen lugar donde esconderse.
Todavía era una mañana tranquila, pero la mayoría de la gente ya iba a trabajar y las calles estaban un poco vacías. Se detuvo detrás de un callejón que estaba más cerca de los árboles y dejó que la mochila cayera al suelo. Unos minutos más tarde se sentó desnudo en el suelo, parpadeando para quitarse los puntos negros de su visión.