Alemania miró Reich. O al menos, su lugar de descanso.
Todavía tenía una sensación de dolor y pena en el pecho, pero también de gratitud y una especie de triste felicidad. Reich había amado los bosques, probablemente inclusó más que él, y ahora era parte de ellos y lo sería por siempre. El pensamiento fue agradable y pacífico.
Alemania se inclinó y pasó la mano por las rocas que ahora estaban cubiertas de musgo y helechos. Allí también había brotado un par de flores, sus pétalos eran de color rojo claro con un punto amarillo en el medio.
-Te amo, padre. -susurró, su sonrisa se sentía temblorosa aunque era genuina.
-¿Listo? -preguntó Russia suavemente cuando Alemania dio un paso atrás y asintió. Las lágrimas amenazaron con derramar sus ojos y tragó contra el nudo en su garganta.
Todavía lo extrañaba. Todavía dolía como el infierno. Pero la vida no se detuvo. Todavía tenía tantos días esperando que los viviera al máximo, que construyera recuerdos, y no los desperdiciaría. Por lo tanto, tomó la mano de Russia y caminó con él de refreso a la cabaña en un silencio tranquilo. No hablaron, en cambio escucharon a la naturaleza susurrar a su alrededor; viento cálido susurrando en las copas de los árboles, pájaros cantando para dar la bienvenida a la primavera,las primeras abejas zumbando en búsqueda de dulce néctar.
La cabaña estaba polvorienta y el aire olía a rancio cuando llegaron ayer. Había llovido bastante durante la noche y por la mañana los pájaros se habían bañado en el charco frente a la ventana de la cocina, donde la tubería de lluvia ya no era impermeable. Sin embargo, los mapaches no habían encontrado la forma de entrar y estaba seco y, después de que Russia había ido a buscar algo de madera a la choza de afuera, estaba caliente.
-¿Russia? -Alemania preguntó en voz baja, estremeciéndose cuando su voz interrumpió el susurro del bosque. El ruso tarareó en reconocimiento e inclinó un poco la cabeza hacía un lado.
-La vida no es justa, ¿verdad?
-No,no lo es -miró al alemán- Eso significa que tampoco tienes que jugar limpio.
Alemania sonrió ante eso y aceleró el paso, tirando del ruso con él. Al final, corrieron por el bosque, riendo a carcajadas y tratando de adelantarse el uno al otro. Russia agarró al alemán por detrás, haciéndolo girar hasta que cayeron al suelo siendo Alemania protegido por los fuertes brazos de Russia.
-Estás loco -acusó Alemania en broma y entrelazó los dedos, ante lo cual Russia se encogió de hombros con indiferencia.
-Locura no es algo malo, ¿recuerdas? -se dio la vuelta para quedar encima del alemán. Cada momento juntos todavía se sentía tan nuevo y emocionante como el primer día.
Russia se inclinó y lo beso suavemente, encendiendo chispas en la piel de Alemania. Se sintió como finalmente llegar a casa.
Esa noche, se acostaron en la vieja cama de Alemania, apretujados para que ninguno de los dos cayera al suelo. La ventana estaba ligeramente rajada para darles una razón para acurrucarse aún más juntos bajo la manta, sus piernas se enredaban y sus narices casi se tocaban.
No siempre sería tan fácil. Habría ocasiones en las que se maldijeran entre sí, en las que maldecían al mundo entero. Después de todo, el amor no estaba destinado a ser fácil. El amor era difícil de lograr e incluía muchos sacrifícios. Pero lo harían funcionar, de alguna manera. Perdonarían y aprenderían de sus errores para evitarlos en el futuro.
Y Alemanía estaría allí siempre que Russia lo necesitara, incluso si era solo porque se golpeó el dedo del pie.
Se acercó más con un murmullo cansado y áspiro el adictivo aroma del ruso. No había nada sexual en su posición, solo disfrutaban de la compañía familiar y la sensación de estar completos.
-Eres mi todo -admitió Russia en voz baja y Alemania parpadeó hacía él en la oscuridad. Su corazón se aceleró.
-Eres más que mi todo.
De acuerdo, sí, era cursi, pero el amor que se tenían entre ellos, se les permitía ser cursi. Demonios, estaban locamente enamorados y los hermanos de Russia ya exigían descendencía, alegando que serían unos papás fantásticos. Alemania no estaba convencido de eso porque Russia parecía estar a punto de enloquecer cuando Bielorrusia empujó a su pequeño hijo en sus brazos para evitar que sus hermanos junto a su pareja se robaran la comida. El bebé se había chupado felizmente de su propio pulgar, pero Russia, sin embargo, se lo entregó rápidamente a Alemania, quien tampoco sabía que hacer.
Entonces, no hay niños por el momento.
Russia enterró su rostro en el cuello de Alemania y soltó un suspiro enamorado desde lo más profundo de su pecho, haciendo que Alemania se estremeciera de comodidad y comenzara a ronronear en voz alta.
Y mientras el sol se preparaba para salir y anunciar un nuevo día, las estrellas velaban por el sueño de la pareja. Quizás fue coincidencia que la constelación de la Osa Mayor fuera especialmente brillante esa noche.
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🇷🇺𝐅𝐈𝐍🇩🇪