El olor a sangre despertó a Alemania.
Penetró fuertemente en el aire e hizo que todo su cuerpo sintiera un escalofrío. La samgre no olía mal, no tan mal como otras veces, pero era una reacción natural que todos los seres tuvieran que retroceder ante el olor cobrizo. Sangre significaba que la piel de alguien había sido perforada por algo peligroso y ese algo podría estar preparado para extraer aún más sangre.
Alemania se enderezó de un tirón, sus músculos se tensaron y sus dientes se revelaron para luchar contra lo que fuera que lo esperaba. Por supuesto que estaba acostumbrado a la sangre, sin embargo, generalmente era él quien la derramaba. Obviamente no ahora y revisó mentalmente su cuerpo para detectar cualquier lesión, pero se sentía totalmente bien.
-Deberías conseguir una bragas más largas que te cubran -resopló alguien y siseó mientras se enfocaba en la otra persona.
Russia.
El ruso se encontraba sentado a su lado, completamente desnudo mientras presionaba un paño en sus costillas.
-Llevo calzoncillos.
-¿Cuál es la diferencia?
Se abstuvo de responder sarcástico y simplemente estudió la extraña situación.
El mayor estaba herido aunque este se mostrará tranquilo sin darle a importancia su presencia. Supuso que era suficiente pensar de su parte y se estiró aturdido antes de colocar los pies descalzos en el suelo y levantarse.
Todo el tiempo estuvo demasiado consciente de la presencia de Russia e incluso pensó que lo sorprendió mirándolo, pero eso era ridículo. ¿Por qué el mayor querría mirarlo? Probablemente solo era para distraerse del dolor o algo así.
Alemania se inclinó para recoger su ropa y ponérsela rápidamente. Antes de que su mirada pudiera vagar hacia la fascinante cicatriz en esos labios rosados, se encogió de hombros y se dirigió con mucha dignidad como pudo a la cocina para prepararse el desayuno.
El olor a sangre no le dio hambre en absoluto, al contrario, se sintió un poco mareado. Así que solo se apoyó contra el mostrador para escapar de la visión del mayor. El ruso probablemente estaba drogado con analgésicos y no sabía lo que estaba haciendo.
Bielorrusia llenó un cuenco con agua hirviendo y sumergió un paño en él. La miró con curiosidad aunque ella no le dedicó una sola mirada y estaba totalmente concentrada en su tarea. Había algunos instrumentos brillantes extraños en la mesa junto con gasas enrolladas y algunas compresas estériles empaquetadas individualmente.
Cuando la mujer salio de la cocina con los utensillos para atender las necesidades de su paciente, su estómago se había calmado un poco y abrió la nevera para buscar algo de comer. El desayuno era la comida más importante del día, un hecho que Reich solía recordarle todo el tiempo.
Al final sacó unas rodajas de melón dulce y un poco de yogurt.
Lentamente bajó la cuchara y la colocó silenciosamente en el cuenco ahora vacío. Una mancha blanca borrosa llamó su atención y le tomó un tiempo hasta que se dio cuenta de que, de nuevo, era su propio reflejo pálido en el cristal. Todavia no estaba acostumbrado a esos rasgos desconocidos; el cabello negro, los labios finos, la nariz extrañamente recta y estrecha. Siempre le tomaba algo de tiempo conectarse con lo que veía en el espejo. Era como mirar a un extraño.
No era él y no quería ser tan extraño.
Se mordió el labio con furia para contener las lágrimas de desesperación e impotencia. Quería volver a ser él mismo y despertar en su cuerpo real, no en esta cosa estúpida y ridicula que aveces todavía no podía controlar. Hubo momentos en los que se despertó y, por reflejo, se puso a cuatro patas solo para sentie el duro suelo clavándose en sus rodillas y haciéndole darse cuenta de que era humano.
Intentar entablar amistad con Japón había sido un impulso humano inútil y, en última instancia, había llevado a la muerte a Reich. Entonces, no, no quería ser humano y arriesgarse a esos estúpidos sentimientos de nuevo. Ser humano lo debilitaba.
Bielorrusia aún trabajaba en la lesión de Russia. Ella no notaría si él se escabullera por la puerta trasera, ¿verdad? Tenía que estar demasiado concentrada en su tarea como para escucharlo.
Sus dedos se frotaron frenéticamente sobre la cicatriz nudosa en la palma de su mano. Si corría lo más lejos posible, ni la manada de osos ni esos humanos podrían atraparlo. Todavía había algunas áreas aisladas en las que podía vivir sin conocer a nadie por el resto de su vida. Quizás era la mejor solución para no volver a poner a alguien en peligro. Debido a su egoísmo, Reich había sido asesinado por esos cazadores y ahora los osos se vieron obligados a permanecer fuera del bosque hasta que loa humanos se fueran de su territorio.
Respiro tembloroso. Era lo mejor, ¿no?
Tal vez debería dejar que le dispararan para detener este ciclo interminable de dolor y miedo. Y tal vez se merecía morir como Reich.
Nadie lo extrañaría. Bielorrusia probablemente se alegraría de haberse librado de él tan fácilmente y Russia se reiría de él y de su trasero.
Silenciosamente se levantó y se escabulló hacia la puerta trasera. El sol aún no había salido, pero solo eran cuestión de minutos hasta que pudiera mirar por encima de las copas de los árboles. El bosque lo invitó a un abrazo relajante, el viento susurró dulces promesas sobre la paz y la libertad.
Miró hacia atrás por encima del hombro y visualizo el cabello pelirojo y liso de Bielorrusia. Ella estaría feliz. Era lo mejor.
Finalmente, ya no tendría que sentir el vacío sin fondo en su pecho. Todo se acabaría. Quizás un momento de dolor y arrepentimiento, pero luego nada.
No se alarmó cuando se dio cuenta de que no tenía miedo a morir. De alguna manera estuvo bien. Está bien dejarlo ir.
Una ráfaga de viento frío le dio la bienvenida afuera y respiró hondo.
Después de todo, él no había estado allí, entonces, ¿por qué debería estar en esa casa?
La puerta se cerró con un clic detrás de él.